A propósito de un nuevo plato de revuelto
de sesos con bellotas kofrades aparecido en los fogones de la nouvelle-cuisine
periodística lila.
De verdad que esto traspasa
todos los límites y está rayano con el ridículo. ¿Desde cuándo iba a estar el
presidente de un “organismo oficial”, de rango superior, en este caso máximo
para los judíos, en una casa particular donde se procedía al interrogatorio
oficioso de un reo, por mucho mangoneo que ejerciera Anás, antiguo sumo
sacerdote, y por mucho suegro que fuese de Caifás, sumo sacerdote electo
efectivo y presidente del Sanedrín, donde esperaría de grado o por la fuerza de
los acontecimientos ese primer contacto con el Nazareno? ¿De qué iba a estar
José De Arimatea, sanedrita y discípulo de Jesús, en casa de Anás
zascandileando, mientras cruzado de piernas se mesaba la barba contemplando
pensativo la injusta bofetada que recibe Nuestro Señor? Por favor, un poco más
de cultura cristiana y de conocimiento de las Sagradas Escrituras. Dejemos para
otras ocasiones estas mixtificaciones teleapócrifas, pudiéramos decir, de los
pasajes de la Pasión de Cristo en las que a algunas novedosas interpretaciones
más libérrimas y de múltiples facetas o poliédricas –poligónicas, quizás, tal
vez- no les hacen ascos ni existe empacho por encaramar a una mesa a personajes
que se profesaban mutuo odio, como Caifás y Herodes, de los que sabemos que
cada uno permaneció en su sitio correspondiente sin pasearse juntos en ningún
momento aunque fuera por sitio tan agradable como Sevilla una tarde primaveral
de Lunes Santo.
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