E hizo Moisés que partiese Israel del
Mar Rojo y salieron al desierto de Shur
y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. [22] Y llegaron
a Mara y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le
pusieron el nombre de Mara. [23] Entonces el pueblo murmuró contra Moisés y
dijo: “¿Qué hemos de beber?” [24] Y Moisés clamó a Jehová y Jehová le mostró un
árbol; y lo echó en las aguas y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos
y ordenanzas, y allí los probó; [25] y dijo: “Si oyeres atentamente la voz de
Jehová, tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos y dieres oído a sus
mandamientos y guardares todos sus estatutos ninguna enfermedad de las que
envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. [26] Y
llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas y setenta palmeras; y
acamparon allí junto a las aguas. [27]
Éxodo, 15:22-27
Respuesta a propósito de la actitud de
ciertos sectores contrarios a la actual Junta de Gobierno de la Cofradía del
Santísimo Sacramento y Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo de Jerez de la
Frontera, erigida canónicamente en la Iglesia Parroquial de Santa María de las
Angustias y San Juan Bautista, vulgo de Los Descalzos, antigua del Convento de
la Orden de Frailes Menores o franciscanos de la descalcez alcantarina, por el
modo en que se ha vestido a su Amantísima Titular, la peregrina imagen de la
Virgen su Dolorosa, portento del Arte cristiano que procesiona los Miércoles
Santo, y que con ánimo de bandería se mueve a la interesada, mendaz e injusta
voz o lema de: “Ésta no es La Amargura”.
AMARGURA DE DULCE
La Amargura, de dulce. Sí, está de
dulce. Como toda imagen –o casi todas- de la Virgen de candelero o vestir
arreglada con de una pizquita de arte p’arriba: gusto, sabor y paladar. Como la
del Dulce Nombre en las manos magistrales de José Antonio Grande De León, que
no sólo ha sido capaz de realzar más aún la suprema belleza guapa y castiza de
la Dolorosa de San Lorenzo, sino que esos dedos y esa cabeza han sido tan
hábiles como para sacar todo el partido a una Dolorosa antigua como la mesina
Virgen del Socorro de la Archicofradía del Amor de Cristo. Imagen, esta última,
de ésas a las que consideraríamos bellísimas pero no guapas y de un arreglo más
que complicado para que afloren todas sus cualidades suaves y más finas, sobre
todo si se pretende estar en “consonancia” o no chirriar con los dictados de
las corrientes “estéticas” imperantes, ora hacia lo muelle y facilón de “macarenero” aniñamiento ora a lo
desgarrador patetismo “castellano” muy extraño a nuestros pretéritos gustos
cofradieros tan apolíneamente idealizantes a fuer de naturales. Pues bien,
Nuestra Señora del Socorro, es que está guapa, cuando hace bien poco que llegaba
a pasar hasta por fea. No otra cosa ha ocurrido con esta portentosa imagen de la
Amargura de Jerez de la Frontera.
No quiero teñirme de
melodramatismo si le digo que, cuando colgó Vd. esta pasada
cuaresma en mi muro la fotografía de ese Bellezón con rostrillo suelto y pecherín refrega’o -a la manera de la calle Pureza pero aliviado-, no supe por unos
instantes de qué imagen se trataba hasta que la mire a la cara: la Amargura. No
cabía duda. Con todos los quilates de su singular e inefable belleza artística
resaltados, como intuíamos hace tiempo que era posible sacar y no se realizaba.
Con toda la unción sagrada, plenamente superlativa en dolor, pena, amargor y
dulzura misericordiosa, más viva si cabe que nunca. De una vez: con todo el
partido que se le debe y siempre se le debió sacar a tan peregrino icono de
María Santísima Dolorosa en el próximo trance del Pasmo en la calle de la
Amargura al ver a su Hijo, flagelado y coronado de espinas, cargando con su
Gran Poder la pesada Cruz de nuestros pecados antes de morir clavado en Ésa que es Símbolo de la Redención del género humano sobre el Gólgota, tumba de Adán,
pisando la cabeza de la Sierpe. Y más todavía que La tienen que arreglar.
Sacarle más partido si fuera posible, algo que se me antoja ya poco menos que
improbable. Aderezarle a la Virgen un buen ajuar de camarín, con encajes
diversos, ricas sayas y mantos de tonalidades acordes no sólo con el tiempo
litúrgico y la celebración de las Fiestas del Señor o de su Santísima Madre,
sino además los propios para la conmemoración de la Pasión de su Divino Hijo y la muerte o
tránsito a la Vida de todos los Santos y bienaventurados, así como para rogar
por las Benditas Animas que esperan en el Purgatorio, como requiere nuestra
Liturgia católica. Y deprisa. Antes de que nos nombren a un delegado episcopal
de hermandades de ideología marxista, como les ha pasado en nuestra vecina y
hermana Cádiz, y ya no nos permitan generar riqueza al encargar la hechura de ornamentos y
objetos cultuales, amén de organizar los actos litúrgicos como Dios manda, con
toda la pompa y la magnificencia que requiere el culto bien de latría –que se
le rinde a Dios: Su Divina Majestad Sacramentada como Cofradía del Santísimo
que es de la Parroquia de San Juan Bautista, vulgo de Los Descalzos-, bien de
hiperdulía –a la Virgen- o dulía –a los Santos- en sus manifestaciones tanto
internas como externas.
Si los cambios van para mejor en una
cofradía, por caridad cristiana se calla uno la mención pública de lo mal que
estaba la cosa antes y le da gracias a Dios por los nuevos aires y por que se
mantenga la travesía con rumbo tan favorable singladura a singladura. Pero a
tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos y dada la inquina
irracional de sectores contrarios a la actual junta de gobierno salida de
elecciones limpias, no me queda más remedio que tomar posición, no fruto de
antojos y gustos personales sino basada en la verdad que emana de la
objetividad de los meros hechos y fundamentada en una larga experiencia y una
vastísima cultura cofradieras que me cubren y en las que me amparo.
Claro que no es la Amargura. Pero no Ésta sino Aquélla. Tampoco no es que ésta no sea -la cofradía, digo, de ahora-, la que no lo era en verdad era aquélla. No era La Amargura, ni menos La Flagelación de toda la vida, la cofradía de casa –la de mis padres, quiero decir- esa hermandad languideciente y vulgarizada de los últimos veinte años. La Flagelación, con su Virgen de la Amargura, es que debe, debería ser la cofradía pujante de clase media –algo tan raro en el Jerez señoritil de antaño o en el caciquil de hasta ayer por la tarde- con sus nóminas, sus papeletas, sus listas y su nutrida presencia de hermanos de vida activa en la hermandad y cotizantes, tal como lo era cuando no lo era ninguna otra en Jerez, pasto, las más, del mayor desorganizado desorden que milagrosamente se ordenada de vez en cuando para poder seguir haciendo estación de penitencia a la antigua Colegial de San Salvador. La Amargura es que debe volvera ser, debería ser esa cofradía distinguida y elegante del centro, con su poquito de postureo a lo clásico y refinado, aun a lo serio y fúnebre como requiere tan sublime Imagen del Dolor y el estamento que compone el grueso de la Cofradía. Con su canasto clásico como sacado de San Lorenzo vía San Juan de la Palma, que es como debe ser. Lo que no debe ser La Flagelación es un Símbolo de la Redención que abre marcha en dorado chillón y requetetallado al más puro estilo guzmanbejaranesco, sino madera noble y plata, carey si se apura, que es lo que debería ser. No es tampoco arbolitos de navidad en las esquinas sino que debería ser candelabros cortos sobre la urna rococó que sustenta un Paso, un Misterio de la Pasión que se desarrolla en el Pretorio. Y la Flagelación por supuesto que es un cortejo con elegantes nazarenos juanmanuelinos en azul pero también debiera ser orden y servidores, libreas y ropajes sagrados del color del tiempo litúrgico. Rito y formas, en una palabra, al más puro estilo de lo más hispalense de la Semana Santa de la que deriva la jerezana, es lo que debe ser. Es, ya debería ser, un proyecto de palio -por descontado que purísima decantado al turquí- de más empeño artístico y técnico que el actual. Es o debería ser un repertorio de marchas acorde con la Pena de tan peregrina Imagen: una marcha fúnebre o solemne de calidad, entre cada “Amargura” de Beigbeder que suene. Porque tendría que sonar en esa proporción exacta: la mitad de las que se interpreten, casi a lo Valle en Sevilla, que así es como debería ser. Y por supuesto la Virgen debe ser vestida como en la actualidad: como nunca. Porque María Santísima de la Amargura ha ido siempre si no quieren mal vestida, sí por lo menos que sin sacarle todo el partido que merece tan bellísima representación de la Madre de Dios en semejante Trance de la Pasión y Muerte de su Hijo. Ahora está guapa, bella y más dolorosísima que nunca. Y con gusto. Máxime cuando hace unos tres años o así me metí en la red por gusto de recordar las espléndidas Dolorosas de Jerez y me las veo a todas vestidas a lo patético, con esos rostrillos chiquitísimos y esos estoques dignos de El Paula, pero todas, todas tragiquísimas sin excepción –o con alguna honrosa que no recuerdo, aunque fuera al “macarenero” estilo arrasador de los setenta y siguientes-. Esto de ahora sí que es seguir una línea original pero adecuada a la Imagen: ni el macarenismo catetón de pueblo de antaño ni las tragedias minimalistas de hodierno. Mi enhorabuena más complacida y afectuosa al vestidor responsable, por tanto arte y gusto vertidos. Que quiero hacer extensiva a la Junta de Gobierno. Para terminar, mi más sincero apoyo y ánimo ante la tarea de devolver a La Amargura, La Flagelación de siempre, vamos, al lugar que tuvo y debe volver a tener la esplendorosa Cofradía de la tarde del Miércoles Santo jerezano, con unas formas adecuadas a los usos y estética más refinados en los tiempos que corren para las cofradías. Y no hay que decirlo, ni Ésta ni Aquélla sino La de siempre: La Amargura. Pero arreglada tan divinamente como ahora.
Claro que no es la Amargura. Pero no Ésta sino Aquélla. Tampoco no es que ésta no sea -la cofradía, digo, de ahora-, la que no lo era en verdad era aquélla. No era La Amargura, ni menos La Flagelación de toda la vida, la cofradía de casa –la de mis padres, quiero decir- esa hermandad languideciente y vulgarizada de los últimos veinte años. La Flagelación, con su Virgen de la Amargura, es que debe, debería ser la cofradía pujante de clase media –algo tan raro en el Jerez señoritil de antaño o en el caciquil de hasta ayer por la tarde- con sus nóminas, sus papeletas, sus listas y su nutrida presencia de hermanos de vida activa en la hermandad y cotizantes, tal como lo era cuando no lo era ninguna otra en Jerez, pasto, las más, del mayor desorganizado desorden que milagrosamente se ordenada de vez en cuando para poder seguir haciendo estación de penitencia a la antigua Colegial de San Salvador. La Amargura es que debe volvera ser, debería ser esa cofradía distinguida y elegante del centro, con su poquito de postureo a lo clásico y refinado, aun a lo serio y fúnebre como requiere tan sublime Imagen del Dolor y el estamento que compone el grueso de la Cofradía. Con su canasto clásico como sacado de San Lorenzo vía San Juan de la Palma, que es como debe ser. Lo que no debe ser La Flagelación es un Símbolo de la Redención que abre marcha en dorado chillón y requetetallado al más puro estilo guzmanbejaranesco, sino madera noble y plata, carey si se apura, que es lo que debería ser. No es tampoco arbolitos de navidad en las esquinas sino que debería ser candelabros cortos sobre la urna rococó que sustenta un Paso, un Misterio de la Pasión que se desarrolla en el Pretorio. Y la Flagelación por supuesto que es un cortejo con elegantes nazarenos juanmanuelinos en azul pero también debiera ser orden y servidores, libreas y ropajes sagrados del color del tiempo litúrgico. Rito y formas, en una palabra, al más puro estilo de lo más hispalense de la Semana Santa de la que deriva la jerezana, es lo que debe ser. Es, ya debería ser, un proyecto de palio -por descontado que purísima decantado al turquí- de más empeño artístico y técnico que el actual. Es o debería ser un repertorio de marchas acorde con la Pena de tan peregrina Imagen: una marcha fúnebre o solemne de calidad, entre cada “Amargura” de Beigbeder que suene. Porque tendría que sonar en esa proporción exacta: la mitad de las que se interpreten, casi a lo Valle en Sevilla, que así es como debería ser. Y por supuesto la Virgen debe ser vestida como en la actualidad: como nunca. Porque María Santísima de la Amargura ha ido siempre si no quieren mal vestida, sí por lo menos que sin sacarle todo el partido que merece tan bellísima representación de la Madre de Dios en semejante Trance de la Pasión y Muerte de su Hijo. Ahora está guapa, bella y más dolorosísima que nunca. Y con gusto. Máxime cuando hace unos tres años o así me metí en la red por gusto de recordar las espléndidas Dolorosas de Jerez y me las veo a todas vestidas a lo patético, con esos rostrillos chiquitísimos y esos estoques dignos de El Paula, pero todas, todas tragiquísimas sin excepción –o con alguna honrosa que no recuerdo, aunque fuera al “macarenero” estilo arrasador de los setenta y siguientes-. Esto de ahora sí que es seguir una línea original pero adecuada a la Imagen: ni el macarenismo catetón de pueblo de antaño ni las tragedias minimalistas de hodierno. Mi enhorabuena más complacida y afectuosa al vestidor responsable, por tanto arte y gusto vertidos. Que quiero hacer extensiva a la Junta de Gobierno. Para terminar, mi más sincero apoyo y ánimo ante la tarea de devolver a La Amargura, La Flagelación de siempre, vamos, al lugar que tuvo y debe volver a tener la esplendorosa Cofradía de la tarde del Miércoles Santo jerezano, con unas formas adecuadas a los usos y estética más refinados en los tiempos que corren para las cofradías. Y no hay que decirlo, ni Ésta ni Aquélla sino La de siempre: La Amargura. Pero arreglada tan divinamente como ahora.
No les arriendo la ganancia a la
Junta de Gobierno ni aunque sea la tenencia –de Hermano Mayor, me refiero-.
Esperemos que los hermanos cabales den la talla. Del acompañamiento de San Juan
podemos hablar otro día. Un cordial abrazo y a verlas venir, que el bicho está
toreado y parece burriciego. Suerte y a ese toro. Cuidado con todopoderosos,
faraones o egipcios, mares rojos, fuentes amargas o pueblos. Guardad rectamente
los estatutos que os han sido dados pero también las formas. Feliz camino a
Elim. Mis parabienes, aunque no os van a perdonar que a Mara Le hayáis devuelto
parte de su primigenia Noemí, o sea, placentera, Dulce.
Y ella les dijo: “No me llaméis
Noemí, llamadme Mara porque el trato del Todopoderoso me ha llenado de
amargura”. [20]
Rut, 1:20