De el “llévese tres por uno” de
la oferta del supermercado (o supersetas… de la Encarnación, claro).
A propósito de los nuevos rumores
“cofrades” –como no podría ser otra cosa que eso, murmullo de gente sin dos
dedos de frente, semejantes chismes y disparatadas ocurrencias- sobre la
intención de algunas cofradías de sacar un tercer paso a la calle durante su
anual estación de penitencia a la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia
Mayor de Santa María de Sevilla, Catedral de la Sede Arzobispal Hispalense.
Y lo que escribí en 2009 cuando se
comenzó a sentir el runrún hecho noticia que de llevarse a cabo terminaría de
seguro con ese monumento al clasicismo cofradiero –callado, desapercibido,
elegante- que es el cortejo penitencial de La Bofetá –bien que en los últimos años
algunos niñatos, y sobre todo niñatas, amén de algún que otro puretón y más de
una talludita, no se hayan enterado del respeto que se le debe al acto de
revestirse una túnica de nazareno para hacer penitencia, sin tragedias pero
penitencia, y la responsabilidad que se contrae con el patrimonio de
religiosidad y ciudadanía, sevillanía en esta caso, de las generaciones
pretéritas que se revistieron de blanco para acompañar a Nuestros Amantísimos
Titulares. Noticia que se hacía eco de la pretendida salida de un tercer paso
con la imagen del Crucificado del Mayor Dolor.
Pues bien, cuenta la Cofradía de
Jesús ante Anás tanto con un juego de insignias como con dos pasos redondos.
Sin alharacas, sin sublimidades, sin estridencias, sin cumbres del arte
cofradiero, pero un conjunto redondo. Redondo, primero, por la grandísima
suerte de que se haya podido adquirir imágenes y enseres encargados a artistas
y artesanos de otra época en la que imperaban el canon estético de la Belleza y
las Leyes del Arte, el buen gusto, la sobriedad y la distinción, el ajuste de
las obras, en fin, a los parámetros exigidos por lo Sagrado, las Escrituras, la
Doctrina y el Culto católicos. Época finiquitada y sin visos de recuperar sus
valores. Redondo, digo, en segundo lugar, porque sin ser una de las “grandes”
–como ahora se dice- ha sido desde su refundación una clásica cofradía del
“centro”, compuesta por todos esos hermanos que precedieron a los
actuales y les legaron semejante monumento sagrado, y que serían sevillanos, en muchos
casos, de esos todo lo finos y fríos que
unamunianamente se quiera pero que, corcho –con eñe, y perdóneseme la expresión
pedestre-, qué pedazo de Semana Santa tan rotunda y medida, elegante en una
palabra, nos dejaron en herencia tanto en un sentido artístico como ceremonial,
ambos de altísimos quilates.
Porque, dejando las cosas muy
claritas, ajustadas al más vulgar sentido común sobre el carácter
fundamentalmente –aunque no único-
religioso de lo que conmemoramos –sin tragicomedias ni meapilismo o
santurronería, pero acto del culto católico- en la estación de penitencia, aquí
en verdad sólo hay un paso. El del Señor con una figura de Cristo representado
en algún pasaje de su Pasión. Uno más de la Santísima Virgen bajo palio, si
acaso, en las cofradías en cuyo paso del Señor en alguno de los Misterios
pasionistas no figurase ya Nuestra Señora. Pues de toda la vida de Dios sólo ha
habido una con tres: la Archicofradía de la Coronación de Espinas y Nuestra Señora del Valle, fruto de una antiquísima
unión de poder a poder –si se permite el término taurino- y no las fusiones
–auténticas absorciones, hasta opas hostiles diría- de muchas de hodierno. Las
restantes que sacaban tres, no lo eran con dos pasionistas. Porque uno de ellos
bien era un paso no pasionista o de “Gloria” –caso de La Borriquita y La Cena-
bien era alegórico –El Sagrado Decreto en La Trinidad, El Corazón de Jesús o
San Juan Evangelista en Las Siete Palabras, El Triunfo de la Santa Cruz en La
Hiniesta, La Estrella o El Santo Entierro, El Dulce Nombre de Jesús en La
Quinta Angustia, La Decapitación del Bautista en la extinta de El Cristo de la Sangre al Compás de San Juan de Acre, parroquia de jurisdicción exenta perteneciente a la Orden de Malta, que devino propietaria de capilla a la iglesia del Colegio de San Francisco de Paula de frailes mínimos, hoy regentado por la Compañía de Jesús, y cuyo Crucificado se venera actualmente como de Las Siete Palabras en San Vicente-. Luego lo que venía era ora un Calvario con la Virgen ora un
paso de Cristo y uno de la Virgen bajo palio. Y ya está. El primer
“experimento” fue el de La Carretería, donde llegaron a crear aparte una
hermandad para poder sacar bajo palio una segunda imagen de la Dolorosa, la del
Mayor Dolor, conscientes del disparate cultual y sinsentido escénico que
cometían. Pues, aun hoy en día, a los que conservan ciertos rudimentos de
Doctrina católica, aprendidos y grabados desde la infancia, les chirría aunque
les encante ver a la Virgen en un paso y luego otra vez en otro bajo palio. Es
algo a lo que uno no se llega a acostumbrar, como el que está educado a destocarse
y no puede permanecer cubierto en un espacio cerrado sin sentir incomodidad, o como ese no saludar o que no
te salude -aunque sea ligeramente- al que conoces de vista -aunque sea de poco
o casi nada- que es la mínima regla no ya de cortesía sino urbanidad que se
despacha, y que tan ricamente se salta en esta actual Sevilla y alrededores
plagada de esa ridícula gente zafia de medio pelo con pretensiones de posesión
de no se sabe qué título o qué hierro ganadero.
Lo que es una auténtica locura es
pretender sacar en un paso durante la Semana Santa a cualquier imagen que más o
menos parezca o tenga realmente valía artística. Despropósito que llega lo
disparatado cuando lo que se pretende es con una de esas tan apreciadas
“genialidades” ortegabrulescas.
Después nos quejaremos de que nos
acusen de jugar a los pasitos y nos venga algún baculazo. Excepto, claro,
cuando se trata de dar ejemplo de eclesialidad mandando imágenes a la capital
de España, y ya hasta se le ocurra a alguno, por imaginar que no quede, a la
del mismísimo Orbe Católico -¿Por qué no mandan a Roma o a la mismísima Pompeya a la madre de su santa esposa y
dejan a La nuestra tranquilita al calorcito de la Resolana en su casa de la
calle Bécquer, que ya con el madrugón que Le damos todos los años tiene
bastante y mejor que vengan los romeros a verLa aquí en Sevilla que está donde
tiene que estar, Ella y la Ciudad, y lo demás es lo que de verdad está muy lejos?- O cuando se
trata de ser aquiescente como borreguitos y participar en los numerosos -por
incontables y por lo de número de espectáculo circense– Burricrucis de la Be
que se han celebrado por toda la geografía de esta pobre tierra nuestra,
Andalucía. ¡Con la Iglesia hemos topado! O con la bulla del tercer paso.
Este fue el tenor de mi queja:
"Soy hermano de la Cofradía de Jesús
ante Anás, la popular La Bofetá y esto es el remate de los tomates. Hombre,
miren ustedes, ¡lo que nos faltaba ya! Como la vida interna de la Cofradía es
una balsa de aceite; como la externa es tan solemne, densa, intensa pues nada,
nada, ¡venga, otro paso en la calle! Sera por inventar... La cofradía como una
jaula de grillos -ya sé, ya sé que por unos cuantos de armas tomar- pues...
otro paso en la calle.
De las últimas cofradías clásicas en
la calle (orden de insignias, nazarenos, pasos, etc.) de una Semana Santa en
que cada día rezuma más la chabacanería pues... otro paso más en la calle.
Que el manto de salida de Nuestra
Amantísima Titular se cae a trozos, que convendría preservar la clasiquísima
orfebrería de su paso reproduciéndola en plata de ley, pues nosotros... otro
paso en la calle.
Que somos uno de los pocos bocados
que le quedan a los finos paladares de la afición cofradiera, pues cambiamos
las dalmáticas y ponemos a pertigueros y acólitos mu' monos de colorines a
juego con los pasos y... sacamos un paso nuevo.
Que tenemos uno de los misterios clásicos
donde los haya desde las patas de la parihuela hasta la punta de las potencias
del Cristo, pues le seguimos poniendo detrás esas auténticas peleas de gatos,
pitidos y flamenqueos baratos con solos de tambor de la bandita que nos viene
martirizando desde que hace años se tiro al monte de todas las tropelías
bajunas que se están perpetrando con cornetas en nuestra Semana Santa, pues
ahora... a sacar otro paso.
Con un cuerpo de nazarenos que va
perdiendo compostura a raudales, año a año, pues... vamos a jugar a los
pasitos.
Con un ambiente que se está creando
alrededor de la cofradía y la devoción a sus Titulares más propia del revoloteo
mariposón de una de Gloria que de una cofradía clásica pues... venga, otro
paso.
Con hermanos que dicen que le tienen
“cariño pero no fe” (¿Cómo? ¡Dios mío de mi alma, qué cosas, de verdad!) al
Santísimo Cristo del Mayor Dolor, ante semejante disparate que denota no ya una
ausencia de mínima formación en doctrina cristiana, sino ni siquiera la mínima
cultura, ante semejante páramo a qué digo evangelizar, más bien culturizar,
pues... nada, sacamos otro paso.
Por último y aunque sea
politiquísimamente correcto -que a mí, como a todos, lo que nos gusta es una
cofradía en la calle- habiendo tanta caridad por derramar no deberíamos pensar
en... sacar otro paso sino conservar en sus formas prístinas la sin par estampa
de la Cofradía de La Bofetá que le dieron a Nuestro Señor Jesucristo... y la
que nos quieren dar algunos a sus hermanos, de esta gloriosa hermandad (Farfán
dixit)."
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