¡Ah, de Lastrucci!
Comentario a propósito de la
felicitación por el Nuevo Año que me envió un amigo acompañada del inefable
rostro de la imagen vicaria que figura en el milagroso Simpecado de la gloriosa
Pontificia, Real, Imperial, Ilustre y Fervorosa Antigua Hermandad de Nuestra
Señora del Rocío de Sevilla en Triana, representando al bendito simulacro de
Santa María de las Rocinas que se halla en su Santuario de la Aldea de El
Rocío, objeto de la veneración de sus devotos y los hermanos de la Primitiva de
los rocieros de Sevilla. Dicha efigie vicaria que concita los rezos, súplicas,
peticiones y anhelos de sus hijos desde el Martes de Pentecostés en la Vuelta hasta el
Sábado de la Presentación ante la Ermita, presidiendo el Simpecado bien desde la
Capilla de Santa María del Rocío en la calle Evangelista del Arrabal de Triana,
bien durante el Camino en la anual Peregrinación, es conocida cariñosamente por
el vulgo como “La Chiquetita”, siendo obra del eximio imaginero Don Antonio
Castillo Lastrucci de tan recordada memoria como maltrecha fama a manos de los
denuestos de la más hortera crítica postmoderna de los “entendidos” de última
hornada.
"Una preciosa versión rociera y de
mirada gacha de la Hiniesta Dolorosa o del Dulce Nombre, con el tamaño justo
para que te entren ganas de llevártela y entronizarla en casa, que es lo que
nos pasa a todos con “La Chiquetita”.
¡Qué gran artista Antonio Castillo
Lastrucci! ¡Qué Misterios y qué Dolorosas! Insuperables. Y qué menospreciado,
tan catetamente minusvalorado. ¿Qué Semana Santa tendríamos sin las magistrales escenificaciones de los de La Bofetá, El Prendimiento, La Presentación de San
Benito, La Sentencia, Las Tres Caídas –¡mutilado, ay, de ese impresionante
negro tirando del Señor de Pureza!-, Las Penas -¡que quieren eliminar o
sustituir casi como con el impresionante palio de Ojeda!-, San Gonzalo
–partido, y sin comentarios- o, incluso, los menos espectaculares pero tan
cofradieros de El Beso de Judas, San Esteban o Monte Sion?
¿Sería igual el elenco hispalense de Dolorosas sin la Guapa de San Julián, la Gracia de Sevilla bajo palio, incluso La Niña de la calle Castilla o la impronta que dejó en la Esperanza de Triana y lo que se entrevé en el Rocío de Santiago o la Soledad Servita?
¿Se puede llegar a imaginar un Domingo de Ramos sin la belleza transida por el dolor de La Pecadora arrodillada en Los Callejones: Juzgado, Lira, Hiniesta…?
Amén de la recreación del insigne simulacro de la Patrona de Sevilla, la Virgen de la Hiniesta Gloriosa, destruido durante un incendio de la Iglesia de San Julián provocado en 1932 por dos locas de mal vivir, que Dios perdone, en plenas turbulencias rojas de la infausta Segunda República.
¡Feliz año!
¡Regina Roris, ora pro nobis!
P.S. ¡Cómo se nota que el Señor está de Quinario y que ya mismo empieza la Novena en el Salvador!"
¡Dulce Nombre de María, sed la salvación mía!
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