No Doña Celia, precisamente, no, que no
soy un Foxá, Más bien el grandísimo Don Pedro Gámez Laserna: el favorito de
este servidor. En el caso presente, nada humilde, porque hoy en día te dan como
buenos a unos juntanotas que hacen que permanentemente saques a relucir tu
elenco de clásicos aunque odiosas sean las comparaciones. Pero hasta aquí podíamos
llegar en música procesional, que siempre hubo clases: suelos y suelas,
Madrugadas y madrugones, marchas o marchuelas, calles, callejas, etc. Estas son
algunas de sus marchas que me gustan tan emocional y apasionadamente, que me
enamoran, de las que estoy enamorado:
"Mi favorita -no es la mejor pero es
la que más me gusta: como la mujer de tu vida- de mi fetiche. Aires de finísima
torería en una especie de pasodoble penitencial para que la Cofradía de los dos
"Pasmos de Triana" (El Agonizante y el Agonizado; Salvador y Juan,
agonistas, no antagonistas como supuestamente el segundo con José) saque a
pasear a La Señorita de la Tarde de los Viernes Santo por Sevilla desde El
Patrocinio.
Melodía
ensoñadora, armonía prodigiosa, instrumentación finísima con una
estructura poemática de lo más sencillo pero genial: Tema de Entrada
(dos compases solemnes) / Enlace (dos compases sostenidos) / Principal
(A+A') / Central (B+B'+B+B'') / Picado o Staccato (C-C' forte + C-C''
piano) finísimo / vuelve al Principal (A+A'') / Trío (D+D'+D''+D''') /
Coda.
Mi gran amante: no es mi gran amor
pero con ella me lo paso estupendamente.
La interesante amiga de las
escapadas.
La impresionante vecina de la casa de
enfrente.
La que siempre veo pasar, un sueño inalcanzable que parece que siempre a
punto estoy de alcanzar.
Y el otro Don Pedro (Braña) tocándole
las marchas con la Municipal lentas, lentas, lentísimas. Y Gámez educadamente
quejicoso de que no le diera el ritmo más vivo, triunfal como en esta última, a
sus composiciones.
Me gustan -casi- todas, la verdad.
Lo mismo de Sevilla que las de
Triana.
Hasta las forasteras cuando vienen a
la Ciudad.
Pero en realidad prefiero siempre a
las clásicas del centro. Aunque no me refiero a cotorras de misa en el Santo
Ángel y merienda en "Ochoa" u otros loros asimilables. Esta es de
cerveza en El Salvador, pastas en "La Campana", emparedado en el
"Laredo" (el decorado por Juan Miguel Sánchez, no el engendro catetón
roble-juntero de ahora) y una de pavías o huevos al nido en el Bar
"Gonzalo" antes de subir por Argote de Molina.
¡Qué guapa eres, Socorrito, Niña!
¡Qué distinguida, qué elegante y qué loco me tienes, Amor! ¿Que adónde voy
ahora? A San Lorenzo. No a escuchar a Gámez sino que a que Gámez me escuche a
mí y me explique por qué no le compuso a otra Amiga mía. Rivales que seríais
las dos si no me barruntara la cabeza que sois La Misma: Benditas seáis entre
todas las demás mujeres.
Perdón por la reiteración pero es mi
favorita y no sé bien por qué. ¿O sí? El porqué puede ser la elegancia de lo
simple pero de aquilatada calidad y autenticidad musical. Igual de populares
"Mi carro" que "Romance de valentía". ¡Pero qué diferencia
de calidad! Perdón por el símil cuasi taurino, que no quiero herir
“sensibilidades”. Más popular si cabe "La Alatristá" de Caín que
"Soleá, dame la mano" de Manolo Font que admiró en la Semana Santa de
1921 a Igor Stravinsky al paso del palio de la Virgen del Refugio de San
Bernardo (“Estoy escuchando lo que veo y viendo lo que escucho”) y que inspiró
a Maurice Jarre para la banda sonora de “Lawrence of Arabia” (1962). Pero ¿hay
que explicar diferencias? Parece, últimamente, que sí. Efectivamente, un
marchón ésta “Nuestra Señora del Patrocinio” del grandísimo Pedro Gámez
Laserna.
Con mis deseos de un venturoso año 2014: salud y prosperidad. Pero sobre todo, fría o calurosa, que no llueva en Semana Santa. "