MARCO DE JEREZ
Nueve de Octubre de 1264 (era de 1302)
y, lector, se incorpora Jerez a Occidente de la mano de D. Alfonso El Sabio (El
Rey Nuestro Señor) en la conmemoración de S. Dionisio Areopagita, patrón de
París (Saint Denis, que S. Luis, Rey de los Franceses, era su tío; que su nieto
favorito, también poeta, fue D. Dionís de Portugal; que su suegro, D. Jaime El
Conquistador, el mismo día había entrado en Valencia).
Fue, es D. Alonso de Castilla y León,
Décimo de los de este nombre, la personalidad más sugestiva y sugerente de
nuestro riquísimo panteón real. Humanidad subyugante histórica, política,
cultural y espiritualmente. Nuestro Rey más universal, sin duda. Y para
nosotros, jerezanos, genuinos andaluces –béticos– y españoles, representa
Occidente (con mayúsculas ahora más que nunca).
Porque fue D. Alfonso muchas cosas
que no caben en este recuadro, pero fundamentalmente Occidente. Fue la
consolidación del germen del Estado moderno frente a ambiciones y privilegios.
El fortalecimiento del poder municipal (Concejos). El ordenamiento jurídico y
el intento de restablecer el Derecho Romano frente al godo consuetudinario (Las
Partidas).
Fue el intento de dominio de la boca
atlántica del Mediterráneo con la lucha por el Estrecho, abriendo la puerta del
norte de Europa, África negra y Las Indias (Cádiz y El Puerto de Santa María).
La idea política de España como continuidad de la romana (Rex Hispaniae). La
unidad europea con su intento de proclamación como sacro emperador romano
germánico.
Fue el uso del romance castellano
(hoy ya, afortunadamente, español) como lengua cancilleresca. La recopilación y
sistematización de todo el saber científico de la época. La culminación del
auténtico Renacimiento europeo comenzado con el milenio.
Fue la lírica de sus Cantigas. Fue, y
sigue siendo, Santa María (Reyes, Rocinas, Merced), la Pasión y la Fiesta del
Corpus Christi... Y el único testimonio en honor de la grandeza de nuestro
conqueridor lo trasladamos tras los muros de un Alcázar rodeado de exóticas
palmeritas. Allí que permanece D. Alonso, cercado por la incultura, estulticia
y prejuicios “árabes” de nuestras autoridades, como el sitio por una imposible
invasión benimerín, una sublevación mudéjar o una algara nasrí.
Yo, el martes, quiero subir con el
corazón a la Torre de la Atalaya para, tremolando el Pendón, gritar: “¡Real!
¡Real! ¡Real! ¡Jerez por D. Alonso!”
AUREO
SANZ RUIZ
Publicado
en el diario “ABC. Edición de Jerez” el 5 de Octubre de 2001, Viernes.
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