Réplica en un grupo de una red social porque ante una exposición de los problemas que nos afectan en la actualidad a los médicos y mi visión particular del estado de la cuestión, a un distinguido –por decir algo- colega no se le ocurrió otra cosa que contestar en mayúsculas la blasfemia tan extendida hoy en día y de uso tan común: “HOSTIAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!”
12-6-2012 13:41
"Pues no, distinguido colega Dr. Fulanito
De Tal, permítame pero va a ser que no. “Hostias”: no. No porque “Hostias” es
el recorte con pretensiones eufemísticas de la blasfemia “Me cago en la
hostia”, es decir, “Me cago en Dios”. Ya sabe que los católicos somos tan
irracionales que creemos en la transubstanciación: que el pan y el vino se
transforman en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios.
Una chorrada para los no creyentes pero que es parte de nuestra fe. Como otros
creen en la transmigración de las almas y hasta la rencarnación desde un animal
irracional, o que la mujer es un ser inferior al hombre y por eso su testimonio
vale menos, por ejemplo. Y bien que procura que se respete cualquiera de estas
creencias por parte de todo el mundo este atajo corrupto de señoritingos
progresiacos. Señoritingos que sin embargo no se cortan un pelo a la hora de
insultar, ofender, humillar o provocar a los cristianos, en particular y con especial delectación y
recochineo si somos católicos.
Y vaya por delante decirle que cada
uno tiene el derecho a expresarse como le dé la gana, faltaría más, pero sin
ofender gratuitamente. Y sobre todo le digo que sé que Vd., distinguido colega,
no lo ha hecho por blasfemar u ofender, por supuesto. Ha utilizado la blasfemia
porque ya es de uso común incluso hasta en gente presuntamente cultivada como
somos los médicos. Mire, cuando empecé a utilizar el lenguaje soez propio de
adolescente –y no hace tanto, que tengo 53 años- más que nada como signo de
transgresión y rebeldía -o más bien por el pavo de la edad como vulgarmente se
dice- si mi santa madre –de la que Dios quiere que todavía disfrute aquí en la
Tierra- me cogía diciendo un taco (coño, joé, cojones, etc.) me enteraba de lo
lindo, pero jamás tuvo la desgracia de oírme blasfemar porque se hubiera muerto
de pena y a mí me habría matado. Éramos entonces gente con un sano temor a Dios
y con mucho respeto a nuestras creencias y a las ajenas.
Y aquí es donde quiero llegar, a este
proceso orweliano que parece extraído de “Rebelión en la granja” o “1984”, de
la imposición de una neolengua o neolenguaje por parte de la panda de
liberticidas que manejan este régimen totalitario con apariencia de buen
rollito que padecemos. Claro, te ponen en la cadena “La Secta” a una señorita
rubia oxigenada con el canal entre dos buenas tetorras todo el día al aire y,
aunque escurridita de bajos, enseñándote a cada momento casi las bragas,
haciéndose como la tonta –¡Ay, si hubiera sido presentar así a una mujer en ese
papel de carajota, un invento de alguna cadena de lo que esta tropa de
mangantes llaman la caverna, dónde, y con razón, se hubieran oídos los gritos
de descalificación!- y venga “hostias” para arriba y “hostias” parta abajo. Y el canalla que hace de listo
tontito que la acompaña igual: “hostias” por aquí y “hostias” por allá. Y todos
los demás: venga “hostias” y más “hostias”. Y luego viene el miserable del
charnego reconvertido al separatismo –no puede haber nada peor-, el tal de la
Fuente buenísima y, aparte de mil tropelías y canalladas, más “hostias” y
“hostias” sin parar. Y los católicos venga a tragar. ¿A que ninguno de estos
cobardes se atreve a decir “Me cago en Mahoma”? Y luego llega uno al trabajo y
tus colegas –médicos, aunque no lo parezca- inconscientemente, claro, “hostias”
esto y “hostias” lo otro.
Pues muy bien, ya consiguieron
pervertir nuestro lenguaje. Ya han conseguido que sin pensar salga de nuestra
boca lo más horrendo que pueda salir –tanto para creyentes como para los que no
lo son- en una persona con cierta educación, formación y cultura: una
blasfemia. Y de paso se insulta a los católicos, que es de lo que se trata. Es
que están de la forma más artera transformando hasta nuestra forma de
expresarnos, con la más perversa de las intenciones. Con lo bien que sabemos
utilizar por aquí, con gracia y a tiempo,
la gaditanísima “picha” o el pijísimo “coño” o el “joé”, etc. Pues nada:
nos impusieron el “hostias” y a mamar, ea."
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