PURA BELLEZA
La contemplé, quedo, al otro lado,
entre trozos de claro
y las sombras de las carretas
que surcaban en pos de la luz del sol bajo:
teclado de marfil y ébano de un grandioso órgano
para la fuga en que se resuelve
el campo de la Bética
camino tras camino.
Se había sumergido entre los trigos
que cubrían sus últimos volantes.
Y reposaba con un contrapposto de mármol itálico:
una mano que si en lo suave del talle,
la otra que entre enjugando la calor
o si parando el resplandor en la frente,
y algún resuello que de vez en cuando estremecía levemente su figura.
Brillaba el ocaso
en lo que me parecía coto y mecida de hojas de su mirar.
A contraluz, los rayos
querían convertir espigas en cabezas de revoltosos querubes
que la alzasen etérea hasta regiones empíreas:
como un trono de dominación, virtud y potestad,
un principado angelical de la Belleza.
La sombra de su cuerpo los despedía,
sin embargo, como una leve ráfaga
y destellaban por entre percal, tiras y flecos en blancos y celestes.
El perfil sereno, su pelo y la flor
iban desprendiéndolos uno tras otro, chispeantes por docenas.
Al fondo, el astro poniente rayaba el cielo
cual se cruzan las alas seráficas, tal vez,
que la estigmatizaran
como señal apocalíptica de la Pureza llena de Gracia,
mientras salpicaban el trigal
acostado por la marea de la tarde
puntadas de amapolas.
Cegó la luz, miré y ya no estaba:
lenta, inexorable, más que centenaria pasaba Triana.
entre trozos de claro
y las sombras de las carretas
que surcaban en pos de la luz del sol bajo:
teclado de marfil y ébano de un grandioso órgano
para la fuga en que se resuelve
el campo de la Bética
camino tras camino.
Se había sumergido entre los trigos
que cubrían sus últimos volantes.
Y reposaba con un contrapposto de mármol itálico:
una mano que si en lo suave del talle,
la otra que entre enjugando la calor
o si parando el resplandor en la frente,
y algún resuello que de vez en cuando estremecía levemente su figura.
Brillaba el ocaso
en lo que me parecía coto y mecida de hojas de su mirar.
A contraluz, los rayos
querían convertir espigas en cabezas de revoltosos querubes
que la alzasen etérea hasta regiones empíreas:
como un trono de dominación, virtud y potestad,
un principado angelical de la Belleza.
La sombra de su cuerpo los despedía,
sin embargo, como una leve ráfaga
y destellaban por entre percal, tiras y flecos en blancos y celestes.
El perfil sereno, su pelo y la flor
iban desprendiéndolos uno tras otro, chispeantes por docenas.
Al fondo, el astro poniente rayaba el cielo
cual se cruzan las alas seráficas, tal vez,
que la estigmatizaran
como señal apocalíptica de la Pureza llena de Gracia,
mientras salpicaban el trigal
acostado por la marea de la tarde
puntadas de amapolas.
Cegó la luz, miré y ya no estaba:
lenta, inexorable, más que centenaria pasaba Triana.
Sevilla
a 14 de Mayo de 2013.
A las peregrinas de la Pontificia, Real, Imperial, Ilustre y Fervorosa Antigua Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Sevilla en Triana.
¡Viva el Arte! ¡Que viva la
Gracia!
¡Viva Sevilla! ¡Que viva Triana!
¡Viva la Virgen del Rocío!
Regina Roris, ora pro nobis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario