A propósito de unos comentarios sobre
el Angelvs en el grupo de rocieros de Facebook:
"Emocionantísima oración en conmemoración de la Anunciación de Nuestra Señora Santa María, Concebida Libre
de todo pecado, y de la Encarnación del Verbo que siempre me trajo una íntima
plenitud espiritual sin llegar a saber exactamente bien por qué. Hasta que este
Sabio que no nos merecemos –y que nos ha concedido, después de un Santo, la
Divina Misericordia del Paráclito para salvar a la zozobrante Barca de Pedro,
su Iglesia, del revolcón postconciliar –periconciliar, más bien- a brazo
partido de muchos de sus miembros con la bicha ponzoñosa del totalitarismo
social más liberticida, el relativismo moral más rampante y el ateísmo más
demoledor, esto es, el marxismo y su versión selecta, el fabianismo, tan
radicalmente masónico-, este Sabio, prosigo, sucesor de un Santo, me lo puso a
la luz de la Fe y la Razón como solamente un intelectual profundamente creyente
puede hacer.
Leía indignado su último libro de la Infancia de Jesús, que me habían provocado a coger entre manos los bulos
propalados por la repugnante prensa anticatólica fabiana que padecemos –El
Mundo y El País; particularmente éste último y su grupo mediático, Prisa,
principal artífice de la ruina de todo orden que padecemos social, política y
económicamente en España; gente a la que quemabas cuatro veces y no habrían
pagado, después de causar la ruina de la vida de tantos millones de personas,
un país entero, y en particular la mía- leía, digo, habiéndome saltado otros
libros que tenía previsto atacar antes que éste, más que nada por la reacción
totalmente infantiloide, cutre, manipulada y de una pobreza intelectual
escalofriante de los supuestos católicos en general y, en particular, de los de
este grupo de rocieros, como botón de muestra de cómo está el patio. Por
supuesto que el Papa no quitaba el Buey y la Mula sino que afirmaba que cómo
iban a faltar en un Belén.
Pero cuando afloraron dos lagrimones que rodaron por mi cara, transido de emoción, fue cuando este intelectual y
profundísimo teólogo, Ratzinger, un hombre de una radical modernidad, lúcido y
sencillo como para después haber renunciado al timón de la Iglesia, me hizo ver
cómo toda la Obra de la Redención y Salvación del Género Humano, todo el Plan
Divino había estado pendiente por unos instantes de una Muchacha Humilde
–aunque Hermosísima, como todo los años compruebo bajo su palio en Ancha la
Feria a los sones de Rocío- de Nazaret, de su libre decisión de aceptar.
Dios hace al hombre a su imagen y
semejanza, es decir, racional y libre, con capacidad para elegir entre el Bien
y el Mal, por tanto, plenamente responsable de sus actos. Tan libre que ni Él
mismo sabe qué camino tomará –al contrario de la aberración protestante de la
salvación por las Gracia- y que, Gracia mediante, su libre albedrío lo puede
llevar a obrar bien o no, ser capaz de condenarse. Lo prevé -el Pecado, la Caída-
y traza su plan de Salvación: una Persona salvará al Género Humano. Una Mujer
en la que se encarnará el Hijo para redimir a la humanidad. Y esa Mujer fue
concebida por Ana y Joaquín libre de Pecado Original porque estaba en la
concepción del plan de la Redención por Dios, antes de que el Pecado Original
se cometiese, en el mismo instante de creación del hombre a su imagen y
semejanza: libre y, por tanto, capaz de optar por el mal, responsable de sus
actos, y de pecar.
Cuando el Papa te pone ante el cuadro del Ángel Gabriel que Anuncia y te hace ver la trascendencia del pequeño instante de radical libertad de la Muchacha hasta que pronuncia: "Ecce Ancilla Domini. Fiat mihi secvndum Verbvm tvvm." –“Sí quiero. Hágase en Mí”; “Como si fuera tu Esclava. Como Tú digas”- yo me eché a llorar de emoción como cristiano a fuer de liberal, o como liberal a fuer de cristiano. Y ahora cada vez que rezo el Angelvs me siento lo más importante del Universo, libre a semejanza de Dios mismo, imbuido del Espíritu, pero a la vez me viene una sensación de vértigo: soy el último responsable de mis actos. Es la oración de la Libertad del hombre como criatura de Dios.
Y si la Muchacha –como le hubiese
pasado ahora a una de estas modernas- hubiese dicho: “No”. “¿Qué dices, voy a
cargar yo ahora con una barriga?”. Que quede claro que adiós Semana santa y
adiós Rocío. Y yo creo que hasta la Feria: que no habría tanta niña llena de
gracia. Así que…"
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