domingo, 6 de julio de 2014

El Cuento Chino de Jake Chen: “Crónicas” del nuevo periodismo y sus lectores.



          Respuesta a propósito de una “crónica” aparecida en “Libertad Digital” sobre una exposición en el Palacio Real de Madrid y que convierte el autor en un panfleto con pretensiones jocosas contra un miembro de la Real Familia de España carente de cualquier ingenio humorístico. Y la contestación a una respuesta faltona a un personaje de poco seso. 







Goya, Froilán y el infante don Luis. (2012).  Monarquía de la M-10. Jake Sandoval. Chic. Libertad Digital. 6-11-2012.







          “Vaya mamarracho de cronicucha plagada de resentimiento y estulticia. Ya no se pueden decir más bobadas ni hacer análisis más simplón y mentecato. ¡Vaya nivelito de LD últimamente! ¿Qué piensan de sus lectores? ¿Que tenemos semejante nivel? ¿O que dejamos el "Sálvame" para sumergirnos en la zafiedad de estos juntaletras corroídos por el rencor? Pues si le producen esos sentimientos el Palacio Real, aunque sea contemplando Arte de elevados quilates, no vaya, hombre, y deje el empleo a otro que lo haga con más gusto y profesionalidad, dimita o dígale al jefe que vaya su santísima madre, pero deje de hacer el memo o intentar tratarnos a nosotros como si lo fuéramos. Por cierto ¿y el comentario sobre el tenor de lo expuesto? ¿Alguna opinión artística? ¡Ah, no! Que si Godoy, que si la amante, que si los cortesanos, que si Froilán. ¡Estupendo, sigan tratándonos como a tontos! Por cierto, desde que los comentarios van por feisbu… ¡qué nivel, Maribel!"



Una tal Tiffany Chen (con el siguiente avatar tan "especial" como puede comprobarse): “cuanto odio aureo! t erecomiendo un buen kiki que es mano de santo”. 




          “Muy Sra. (a juzgar por el aspecto en la imagen) mía: 

          Lamento tenerle que advertir que ha cometido un burdo error: confundir odio con indignación. Ya sé, ya sé que es un típico recurso del progrerío políticamente correcto –los pijiprogres, vamos, para entendernos- tildar de debidos a odio toda aquella opinión  o cualquier razonamiento que no se ajuste al pensamiento único dominante, y con ese latiguillo del odio tildar a todos aquellos que no estamos dispuestos a seguir agonizando asfixiados por el lazo de la inanidad intelectual que se nos impone, para finalmente morir junto con nuestra libertad en este desierto moral del que nos han rodeado, colocándonos en un aparente oasis de bienestar y buen rollito.

          Siento que no se haya enterado de nada, pues lo expresado en mi escrito no era de ninguna altura intelectual que digamos. ¿Odio por la indignación de un liberal ante la línea al menos frívola –por ser caritativo- de una de sus publicaciones de cabecera? ¿No destila odio ni es odioso -al menos, resentimiento- emprenderla de una forma basta y gratuita con una persona de la Familia Real y su hijo, por ahora, de vida pública ejemplar? ¿No hay suficientes motivos reales de crítica a determinadas personas de dicha Casa? ¡Ah, pero el que odia es el que alza la voz indignado ante la canallada y la estulticia!

          Antes que quiqui o el cursilísimo hacer el amor, prefiero -para denominar la coyunda, el yacer o el conocer o tener conocimiento carnal- el clásico acostarse o los castizos polvo y casquete de mi querida tierra, Andalucía La Baja. Siento comunicarle que mis quiquis son una cosa mía y de mi exclusivo conocimiento e incumbencia, y de los de aquellas señoras que tienen la amabilidad de dejarme gozar con su cuerpo y, sobre todo, disfrutar de su mente, sus maneras y su compañía. Por otra parte en los ambientes que frecuento las señoras no suelen recomendar quiquis, y la que lo hace recibe un calificativo de cuyo nombre no quiero acordarme.

          En mi círculo de amistades, en mi familia, entre las personas que admiro, no se suelen resolver los conflictos con quiquis, más que nada creo que por sentirnos superiores a los animales irracionales; en concreto, no nos vemos semejantes en nada a los bonobos, aunque tanto científico –es un decir- progre esté empeñado en encontrarles un atisbo de conciencia para ver si pueden quitarnos de encima el Dedo del Creador a los pobres humanos. Pero, en fin, sí que constato cómo en la actualidad mucha gente lo soluciona –también es un decir- o intenta solucionarlo todo así. Aunque cada día como hombre –a pesar de varón-, como católico –aun mal cristiano- me está embelesando más, más y más la Castidad. ¿Me entiende, Sra. Chen? Decir que no, vamos, que el polvo lo eche su santa madre. Negarse. Negarse a ser tan primario. Sutileza, refinamiento le dicen.  Eso sí que es mano de santo -por lo menos para mí-: negarte en rotundo a ser arrastrado por el pensamiento simplón o las más pedestres opiniones de una masa rampantemente chabacana y zafia.

          Sin otro particular y negándome a recomendarle lo que Vd. tan encarecidamente me recomienda, pues sería dejarla llena de polvo, se despide su s. s. q. b. s. m.

Áureo Sanz Ruiz


P.D. En mis años mozos circulaba por mi tierra de feria en feria un espectáculo ambulante de variedades: el famoso “Teatro Chino de Manolita Chen” ¿Es Vd. por un casual familia de tan distinguida Señora? Si así fuese, le rogaría encarecidamente que me pusiese a los pies de tan reconocida artista. Si ha fallecido, como me temo, sólo expresarle mi más profunda condolencia por tan irreparable pérdida."  






          Manuela Fernández Pérez (Madrid, 11-4-1927) “Manolita Chen”, vedette estrella del mítico Teatro Chino de su nombre.



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