viernes, 9 de enero de 2015

Contra el Estado, la Casta y el Kasthigo (I): Liberalismo por la limitación del Poder.

In memoriam: James McGill Buchanan Jr. (3-10-1919 / 9-1-2013).









          A propósito de la muerte de James M. Buchanan, un comentario -carente de toda pretensión emuladora-  sobre la limitación del Poder del Estado a la luz del Liberalismo de la Escuela Austriaca, ahora que se cumplen dos años, y la publicación de sendos artículos in memoriam de los Profesores Rallo –discípulo- y Huerta De Soto –maestro-. Ahora que nos quieren salvar los castizos al grito de: “La mancha de la casta con otra roja se quita. O podemos quitarla: ponga mora donde pone casta”.




          “James Buchanan y los límites del poder político” por Juan Ramón Rallo.





          "Ha sido el más fino análisis -y nos ha dejado algunas fórmulas para intentar combatirlo- del mal social, político y económico de nuestro tiempo: Leviatán, al que obcecadamente una inmensa mayoría no percibe, incluso considera como benefactor, pero del que en realidad sólo esperan que coaccione y esquilme a otros en su propio beneficio personal, sin darse cuenta que al final todos somos víctimas de su tiranía. El Estado monstruoso y desbocado, con apariencias de tranquilo, calculador, meticuloso, justo y benéfico provisor y previsor, que engulle nuestra libertad y nuestras haciendas, y que con clarividencia diáfana fue intuido por Tocqueville y que con precisión fue definido por Bastiac, a los que no dejo de llevar en la mente, donde me martillean sus lúcidas palabras. Y no me canso de repetírmelo día y noche. Y el tiempo confirmando todos los temores. James Buchanan d. e. p."






          “Conservad las leyes si os place; aunque yo pienso que, al hacerlo, os equivocáis, conservadlas; conservad los mismos hombres si eso os causa placer, yo, por mi parte, no seré ningún obstáculo; pero, por Dios, cambiad el espíritu del gobierno porque, os lo repito, este espíritu os conduce al abismo.”




          “Parece que si el despotismo llegase a establecerse en las naciones democráticas de nuestros días, tendría otros caracteres [distintos de los de las sociedades antiguas]: sería más extenso y más suave, y degradaría a los hombres sin atormentarlos.”




          “Quiero imaginar bajo qué rasgos nuevos se podría producir el despotismo en el mundo: veo una inmensa muchedumbre de hombres semejantes iguales que dan vueltas sin reposo sobre ellos mismos para procurarse placeres pequeños y vulgares, con los que llenan su alma. Cada uno de ellos, tomado aparte, es como extraño al destino de todos los otros: sus hijos y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana; por lo que hace a sus conciudadanos, él está al lado de ellos, pero no los ve; los toca pero no los siente; no existe sino en sí mismo y para él solo, y, si bien tiene una familia, se puede decir que lo que ya no tiene es patria.

          Por encima se alza un poder inmenso y tutelar, que se encarga exclusivamente de garantizarles sus placeres y de velar por su suerte. Es absoluto, detallado, regular, previsor y benigno. Se asemejaría a la autoridad paternal si, como ella, tuviese como objeto prepararlos para la edad viril; pero, por el contrario, no persigue sino fijarlos irrevocablemente en la infancia; este poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que sólo piensen en gozar: trabaja de buen grado por su felicidad; pero en esa tarea quiere ser el único agente y el único árbitro; provee a su seguridad, prevé y garantiza la satisfacción de sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales asuntos, dirige su industria, regula sus sucesiones, divide sus herencias; ¿por qué no podría librarlos enteramente de la molestia de pensar y del trabajo de vivir?




          “La igualdad ha preparado a los hombres a todas estas cosas: los ha predispuesto a sufrirlas y a menudo incluso a mirarlas como un beneficio.”




          “[Este poder] no destruye las voluntades, pero las ablanda, las doblega y las dirige; rara vez obliga a actuar, pero se opone sin cesar a que se actúe; no destruye, pero impide nacer; no tiraniza, pero mortifica, reprime, enerva, apaga, embrutece y, al cabo, reduce a toda nación a rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno.”



Alexis Henri Charles de Clérel, 
vizconde de Tocqueville 

(Verneuil-sur-Seine, Isla de Francia, 29 de julio de 1805 - Cannes, 16 de abril de 1859)




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          “El Estado es la gran ficción en donde todo mundo trata de vivir a expensas del resto.”



Claude Frédéric Bastiat 

(Bayona, 30 de junio de 1801 – Roma, 24 de diciembre de 1850)




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