viernes, 16 de enero de 2015

Contra el Estado, la Casta y el Kasthigo (II): Liberalismo por la limitación del Poder.

In memoriam: James McGill Buchanan Jr. (3-10-1919 / 9-1-2013)








          A propósito de la muerte de James M. Buchanan, un comentario -carente de toda pretensión emuladora-  sobre la limitación del Poder del Estado a la luz del Liberalismo de la Escuela Austriaca, ahora que se cumplen dos años, y la publicación de sendos artículos in memoriam de los Profesores Rallo –discípulo- y Huerta De Soto –maestro-.
Ahora que nos quieren salvar los castizos al grito de: “La mancha de la casta con otra roja se quita. O podemos quitarla: ponga mora donde pone casta”.


          El artículo de Huerta De Soto: “James M. Buchanan, in memoriam”.





          "Liberalismo cuyos orígenes mediatos se remontan a los maestros y pensadores de la Segunda Escolástica del Siglo de Oro en España o Escuela de Salamanca, gran parte de ellos pertenecientes a la Orden de Predicadores (dominicos) y a la Compañía de Jesús (jesuitas) y que desde finales del Cuatrocientos a comedio del Diecisiete -algo más de cien años- dieron origen a las bases del Derecho de Gentes (Humanos), del Derecho Internacional, así como a los rudimentos de las teorías económicas sobre el libre mercado, los intercambios, el valor, el dinero o la moneda, el capital y el interés, mostrando por otra parte la maldad intrínseca de sus nefastos correlatos intervencionistas: impuestos, aranceles, devaluaciones, etc. y todo tipo de predominio de normas, reglamentaciones y regulaciones sobre la Libertad, la Ley natural y su imperio.

          Qué lejos de aquellos eximios Padres salmantinos los actuales pensadores dominicos o jesuitas y adláteres católicos o reformados, trufados por la “Teología de la Liberación” –que ni es teológica ni libera de nada-, es decir, marxismo en estado puro –materialismo positivista a espuertas y ateísmo como conditio sine qua non-, tan proclives al intervencionismo estatal, que no quiere decir otra cosa que regulación e impuestos. Regulación estatal de pretensiones igualitaristas y justificación en la Justicia llamada “social”, siempre al final injusta y desigual por ciega e ineficaz  pero, sobre todo, por coactiva y atentatoria contra la vida privada o privacidad en al actual jerga. Impuestos o, esto es, sistema de confiscación de los bienes personales –frutos del trabajo o del patrimonio de  un individuo- atentando al derecho a la propiedad, la privada: primera, elemental y básica de las libertades. Todo con apelación a un supuesto bien común a cargo de y llevado a cabo por cierta especie de clase política vasalla de unas élites del Poder –que son los que dictan cuál es el bien y qué es común-, es decir, la tan mentada casta.

          Clase, élite o casta política y “financiera” de la que nos quieren salvar algunos de los miembros más conspicuos, representativos y castizos –salidos del tipo chupóptero medio del presupuesto público- de esa misma casta pero en claves postmodernas –arreglados como unos guarros donde antes se presentaban con un terno de pana: hijos de los mismos, en fin, y con la misma melena pero cambiando patillas y barba por coletas y perilla- jaleados y aplaudidos por los mismísimos tontos útiles –como los denominaba la Comintern manejada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- de siempre que nunca faltarán a su inexcusable cita de la falacia con que amañan resentimientos adquiridos y tantas veces, ay, heredados. Un rebaño que asume borreguilmente cualquier consigna buenista y que se nutre del pensamiento más infantiloidemente intuitivo y relajador de conciencia, pero que en realidad se mueve por algo tan perverso como el “dame pan y dime tonto”, y tan canallesco como apelar al método de quitárselo a otro, el “rico” que no es siempre sino el que trabaja y se esfuerza. Por eso es necesario sembrar el árbol del odio, abonándolo con las desgracias circunstanciales personales o colectivas e injertándolo mediante el envenenamiento de conciencias con la invención de agravios -donde mayormente sólo hay méritos o deméritos individuales- y de ficticios agraviadores -en funciones de chivos expiatorios-, para que madure el resentimiento, fruto del florecimiento del rencor. Disfrazada, pero al fin casta pura: “docentes” de la enseñanza estatal y otros empleados públicos o funcionarios "digitalizados", liberados sindicales, untados empresariales, becados y subvencionados del erario público de distinta ralea y condición como “artistas” –¡pero artistas, Vd.!- miembros de diversas organizaciones “no gubernamentales” –y sin gubierno que las gubierne-, “colectivos” de minorías activistas –manipulables, manipuladas y manipuladoras- y demás fauna variopinta de parásitos chupópteros de lo público -que no es otra cosa que lo incautado a todos los ciudadanos que trabajan y producen- que no han dado un palo al agua en su puñetera vida y piensan seguir sin darlo a base de las fórmulas más revenidas del socialismo comunista rebozado de caspa postmoderna, rancia ya antes de revenirse.

          Pues bien, en esta orgía estatal de socialismo desenfrenado y rapaz que disfrutan los llamados países “libres” o “democracias occidentales”, padeciéndola muchos y de la que se aprovechan bastantes, allá que te encuentras, para  estupefacción de los católicos más conscientes del peligro, a unos más que menos autoproclamados cristianos “más comprometidos” –más que Vd., claro- y totalmente “inconscientes” o sin conciencia: desde el de la comunidad de base o cristiano por el socialismo de la parroquia al uso hasta el democristiano de turno –vía bien el antiguo Movimiento, bien conservadurismo reaccionario antiliberal de sus mayores- de lo más popular; desde el curato de almas al teólogo del seminario; desde el fraile hasta el mismísimo Santo Obispo de Roma. Todos con lo mismo: la “Justicia” en la Tierra. Impuesta, faltaría más, si falta hace. Aun con violencia. Aunque haya que olvidar el Reino de Dios. Todos con ese progresiaco refregar bien refregada la supuesta superioridad moral de lo que autodenominan “izquierda” y "conciencia social". Y vámonos que nos vamos hacia el aggiornamento más devastador. Desde la secularización más atroz. Hasta quitarle la vela a Dios, si hace falta ponerle las dos al Diablo porque viene vestido de “Justicia social” y cuenta con el marchamo de lo políticamente correcto y la benevolencia del pensamiento único por parte de los “hombres” y la Modernidad. Y los que te azuzan a la casta, más casta son que nunca, y la casta donde siempre: en el machito. Para que la sigamos doblandola todas las mañanas a partir de las seis más o menos."            



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