Escuche, lector, el pausado latir de
la Ciudad que amanece –bella, madura– al esplendoroso Jueves Santo, único ya,
ay, reluciente. Oiga la confortación para el cáliz de amargura que apuramos porque esto se nos va:
"Mira, percibe rastros de pasados,
de historias, surcos leves, ceños de la memoria, mas que, nueva, la mano te
tiende. Los momentos bebe para sentir –lo bello breve– las frágiles horas que
queden antes que lo inexorable las reste y sea Todo la nada como siempre. Goza
como si Todo empezase, quedando tan solo un instante, tal si un mundo quedase.
Que el tiempo pase si el reloj no se mueve, como si ayer domingo no fuese, que
hoy tampoco es jueves. Toma la Ciudad, no preguntes, con ella vete aunque el
final se acerque: hoy, madrugada, viernes... y oye".
Porque, lector, ahora –las
postrimerías– levantar quiero paños de altar: echar por tierra, con acoso y
derribo, el repetido lugar común de los Silencios de por aquí (el Sur para los
bobos). Y monto el palo a ver si cojo carne, que de amparador me traigo a López
Farfán, y doy una echada con voltereta. Lo del silencio empezó por el que
presuntamente interpretaron cuatro catetos que se producía en la Plaza de Toros
de Sevilla. El invento se extendió como un reguero: noveleros que son los
sevillanos, que somos por aquí. Y nadie fue y dijo: "Miren ustedes, yo no
me callo la boca, es que cuando estoy interesado ni respiro". No es
silencio (el acto voluntario de callarse), es expectación: no decir ni pío
porque estás con los cinco sentidos en algo. Esta errada visión (de la
voluntariedad) se trasladó a otros ámbitos (como se dice ahora): la Semana
Santa. Pues bien, en Semana Santa no hay silencio: todo es sonido. Ondas que se
propagan por el aire y capta el oído traduciéndolas en sensación auditiva. Las
interpretaciones locas para los sanfermines y Jéminguai.
No hay un instante de calma al oído.
Incesantemente se pone el aire en movimiento por sí (viento) o por el hombre.
Constelación de sonidos que hacen de estos días algo inefable (a pesar de las
nuevas grabaciones directas de la calle).
¿Quién graba los sonidos del viento?
El leve azote de banderas y capas. El chisporroteo de las velas. Las hojas de
un olivo. ¿Y los de los procesionantes? El arrastrar de sandalias y el crujido
de pies desnudos. Las conteras de astas contra el adoquinado. La demanda de
campanas y las cadenas de incensarios. ¿Y el que produce la gente de abajo? El
tintineo de la plata. El ritmo de las bellotas. Lo seco de un llamador. El
cimbreo del palio y los varales. La crujía de una vieja trabajadera. La
levantá' convulsa. El estremecimiento de una parihuela. El retumbo de un manto
cayendo sobre el pollero. Las alpargatas racheando.
¿Y la articulación del aire espirado?
La tos ahogada por unos faldones. Un susurro de contraguía. La seca voz de
mando. Lo sordo de un sollozo. Los entrelabios de una plegaria. El murmullo de
la expectación. El pálpito de la emoción. La admiración: "Qué bonita vah,
Ma’re mía". El desgarro de los flamencos.
Pero para aire el que pasa
modulándose a través de madera y metal, acompañado del ritmo de pellejos tersos
y discos vibrantes. Música y cofradías: ahí es nada. Cornetas y tambores, banda
completa: ensueño de la Pasión y sueño el resto del año. Repasemos, lector, y
ante tanta última eclosión, escojamos, espiguemos.
La música de capilla: empieza a
proliferar, cuidado (hasta en Ceuta y de Moreno). En Jerez, desde ayer por la
tarde y, por ahora, contenida.
Agrupaciones musicales: perdón, pero hay que
hablar, mal que me pese, como fenómeno. Sin duda el más nefasto para la música
cofradiera desde los años setenta (relajación al brazo secular y hoguera para
la Banda de la Guardia Civil de Eritaña et alii).
Cornetas y tambores: estado actual de
afeminamiento... Amariconamiento, joé, que en Jerez hablamos claro por lo menos
tomando una copa, que en público... y sobre todo en programas
"cofrades" (y perdón por el empleo de tan repugnante adjetivucho),
que no cofradieros. En pleno auge de las agrupaciones (en los setenta con
xilófonos, armónicas de la "yenka" y flautas de la "egebé")
quedaban tres islas (refvgivm peccatorvm): Policía Armada, Armaos y Patón.
Nacen Cigarreras, Tres Caídas y Sol: esperanza de los aficionados.
Proliferan nuevas marchas por mor del
disquito anual, los solos de corneta y el rebuscamiento en un toque marcial y
varonil (con perdón). En fin, como si ese hijo al que ves crecer ilusionado va
un día y te dice: "Papá, este año en vez de nazareno me visto de
drac-cuín". Pa’ matarlo, vamos.
Bandas de música: hay más y mejores formaciones (¡qué diferencia con hace unos años!) pero se multiplican, ay, locamente el número de marchas.
Bandas de música: hay más y mejores formaciones (¡qué diferencia con hace unos años!) pero se multiplican, ay, locamente el número de marchas.
Ante tanto gitaneo, melifluidad y amaneramiento en las nuevas
composiciones, lector, véngase conmigo por la memoria de la marcha procesional:
fúnebre, solemne o triunfal. Los inicios: Font y Marimón (Quinta Angustia);
Gómez-Zarzuela (Valle); Font y Fernández De La Herrán (adaptación de Ione, Lanzada);
Font De Anta (inigualables Amargura y Soleá); un foráneo, Pascual Marquina
(Procesión); nuestro maravilloso y minusvalorado –ay, Jerez de mis entrañas– Álvarez Beigbeder (por no levantar polémica: la que se iba a formar si el "Carmen de Salteras" interpretase Virgen de San Gil); López Farfán, revolución y
escuela (Campanilleros y Estrella Sublime). Los de alrededor de la última
contienda: Vidriet (Rocío); Pantión (Penas); Peralto (Hiniesta); Borrego (Vera
Cruz); Cebrián (Nuestro Padre Jesús). Los tres magníficos Pedros: Braña (Coronación);
exquisito Gámez (Saeta, Patrocinio, Subterráneo); cofradiero Morales (Esperanza
Macarena, Negritos). Otros coetáneos: Ramos (Aguas); Lerate (Dulce Nombre).
Mención: Albero, Morón, Velázquez. No mencionados: las moreneces, pa’ los
pregones; los abeles, pa’ echarlos a los caínes; las madrugá's, con la de esta
noche nos sobra.
AUREO
SANZ RUIZ
Publicado en el diario “ABC.
Edición de Jerez” el 12 de Abril de 2001, Jueves Santo.
Mira, percibe
rastros de pasados, de historias,
surcos leves,
ceños de la memoria,
mas que, nueva, la mano te tiende.
Los momentos bebe
para sentir –lo bello breve–
las frágiles horas que queden
antes que lo inexorable las reste
y sea Todo la nada como siempre.
Goza como si Todo empezase,
quedando tan solo un instante,
tal si un mundo quedase.
Que el tiempo pase
si el reloj no se mueve,
como si ayer Domingo no fuese,
que hoy tampoco es Jueves.
Toma la Ciudad,
no preguntes,
con ella vete
aunque el final se acerque:
hoy, Madrugada, Viernes...
y oye".
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