Buenos días, lector, por decir algo,
vacíos que estamos. Vacío para llenarlo de la memoria y el recuerdo que al fin
la Semana Santa y las Cofradías más Cofradías y Semana Santa son cuanto más
recuerdo por la memoria tienen. Comienza otro peregrinar, otro nuevo ascenso al
Monte Carmelo, otro año de mística del vacío interior, la visión espiritual del
recuerdo y la plenitud hasta la cima con el éxtasis de un paso en la calle.
Pero cuidadito con el carro de fuego del Profeta Elías, a ver si nos arrebata
de lo jartiblísimos que nos ponemos con esto de las cofradías y salimos
chamuscados.
Porque hoy, Domingo de Pascua de
Resurrección, no nos resucita nadie, ni las procesiones catedralicias metidas
con calzador por esa tendencia de lo religiosamente correcto. Claro, claro que
sabemos que Él resucitó y subió al Cielo después de darse una vueltecita por el
Infierno, que en el Purgatorio estábamos todos nosotros –miserere nobis– los
capillitas (¡hum!, qué bien me sabe entre tanto "cofrade
comprometido"... con sus intereses). Y fue Él y nos dijo: "Me tenéis
más que fritito, hijos míos, con tanta salida (de las extraordinarias ni os
cuento), ea, ahí os quedáis penando". Y es que (estaba deseandito de meter
un "y es que" para darme tono de manual de estilo, postmoderno por
supuesto) los capillitas somos mu' malos. Mira que inventarnos eso de que nos
lo pasamos divinamente en Semana Santa porque en el fondo sabemos lo de la
Resurrección. Hay que ser falso, con la penita que se nos queda en el cuerpo
tal que hoy. Es como si la delectación oyendo el Officivm Deffvnctorvm de T. L.
de Victoria la atribuyésemos a que sabemos que el muerto al final resucitará. Demencial.
Ahora que le entrego, lector, esta
última de ocho tarjas –vamos con la trasera– ya sabemos de lo que le he estado
hablando: las claves. Que nos gusta, que amamos a la Ciudad: Jerez. Que no
somos localistas y entendemos nuestro amor en un marco más amplio: el antiguo
Reino, la Bética –el Sur no, por favor– o llámelo como quiera. Que ese amor no
es que no nos deje ver defectos, lo mejorable, pero que sobre todo no nos
permite soportar las barrabasadas que le puedan hacer, que la ninguneen a su capricho.
Que nos gusta la Semana Santa como
manifestación artística y de nuestro sentir religioso, por supuesto, y de mucho
más. Que somos creyentes sin necesitar para ello a las cofradías, pero ayudar,
ayudan, que somos humanos. Que no nos creemos ni la mitad de lo de
"cofrade comprometido" –compromiso, compromiso: vivir lo más
dignamente posible con el sudor de la frente–. Que tampoco nos creemos esas
zarandajas para justificar placeres estéticos. ¿Que lo bello acerca más a Dios?
Claro. Pues mire la liturgia al uso. A ver, dígame... qué penita ¿no? Que
nuestra Semana Santa es una manifestación del sentir popular, el nuestro, y por
tanto tradición. Y que por aquí eso se conjuga con formas, estilo, mesura,
discreción, prudencia, respeto y muchísimo señorío.
Y que estamos pero que muy cabreados
con las insensatas e irrespetuosas innovaciones gestadas en altas instancias y
puestas en práctica por otras menores e incomprensiblemente subordinadas.
Inventos que han lesionado tradiciones, respetables soberanías y pareceres (por
imponer los suyos); que se han llevado a cabo precipitadamente (m... el
último); y, sobre todo, que han salido por el asentimiento borreguil –a ver
quién se mueve en la foto– de las hermandades y el esfuerzo boyeril de los
hermanos anónimos –éstos sí que están comprometidos– de una forma emocionante
por patética en última instancia.
En fin, que nos gustaría ver más
caritas de asco –y Jerez las sabe poner muy bien, pero no en el momento– ante
las charlotadas de chuflas con poquísimo respeto por la Ciudad y los jerezanos.
Que el amor por la Ciudad se traduce en formas y estilo, rigor y veracidad
proponiendo innovaciones y acontecimientos (eventos... ¡me encanta!) muy bien
meditados y con la antelación suficiente para que por la crítica sean
susceptibles de mejora o aplazarse o no llevarse a la práctica. Y todo con
sigilo y mesura, que tocamos algo muy importante. Lo que ha pasado aquí es de
vergüenza y de no tener ninguna los inventores y los que no han dicho ni pío o
han piado de espaldas o muy flojito (bueno, el temor a los hilos que el poder
mueve es humano y hay muchos intereses creados y mucho "compromiso").
Así de clarito, que yo,
afortunadamente, no necesito reconocimientos ni abrazos oficiales para decir lo
que pienso; ni quedar bien y de "cofrade comprometido" o buena gente;
ni pongo en medio a ancianitos y discapacitados –un poco de caridad y
vergüenza, que falta mucha, señores– para justificar lo que hago; ni cuestiono
la jerezanía de los que no estén de acuerdo conmigo; ni pongo por delante mi
cristianismo para no responder a lo que no puedo; ni mi buena voluntad para
justificar errores. Un dirigente debe aceptar la crítica y responder. Yo no lo
soy. Y como sí que soy persona (que es más que ser hombre), libre, sin medros
ni intereses ni miedos, jerezano y con una vastísima cultura cofradiera (pa’
que tiemble el misterio, con perdón) no me retracto de lo que dije (sería una
cobardía y una mentira ya que lo pienso) y además me permito decir, con todo el
respeto, lo que digo.
Parece mentira que Todo haya
terminado. Hemos disfrutado de nuestra Semana Santa, que es y fue siempre –no
lo olvidemos– esplendorosa gracias a las Cofradías que en realidad son los
jerezanos –atención a las palabras de algún personaje arrogando para la
institución que encabeza el aumento del esplendor–.
Se va asumiendo nuestro puesto de
segunda Semana Santa sin complejos y con la conciencia y el orgullo de no haber
tercera, y así lo han manifestado algunas personalidades del mundillo
cofradiero. Eso es asumir lo que somos, enmarcarnos, que tanto nos gusta –sobre
todo con un marco bien gordo aunque sea lienzo chico y de pintorzuelo
aflamenca’o, y colgárnoslo en la salita–.
AUREO
SANZ RUIZ
Publicado en el diario “ABC.
Edición de Jerez” el 15 de Abril de 2001, Domingo de Resurrección.
Fotografías: Áureo Sanz Ruiz
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