sábado, 19 de abril de 2014

TARJA COFRADIERA. VIII. EL RECUERDO: FINIS GLORIAE MVNDI.









          Buenos días, lector, por decir algo, vacíos que estamos. Vacío para llenarlo de la memoria y el recuerdo que al fin la Semana Santa y las Cofradías más Cofradías y Semana Santa son cuanto más recuerdo por la memoria tienen. Comienza otro peregrinar, otro nuevo ascenso al Monte Carmelo, otro año de mística del vacío interior, la visión espiritual del recuerdo y la plenitud hasta la cima con el éxtasis de un paso en la calle. Pero cuidadito con el carro de fuego del Profeta Elías, a ver si nos arrebata de lo jartiblísimos que nos ponemos con esto de las cofradías y salimos chamuscados.


          Porque hoy, Domingo de Pascua de Resurrección, no nos resucita nadie, ni las procesiones catedralicias metidas con calzador por esa tendencia de lo religiosamente correcto. Claro, claro que sabemos que Él resucitó y subió al Cielo después de darse una vueltecita por el Infierno, que en el Purgatorio estábamos todos nosotros –miserere nobis– los capillitas (¡hum!, qué bien me sabe entre tanto "cofrade comprometido"... con sus intereses). Y fue Él y nos dijo: "Me tenéis más que fritito, hijos míos, con tanta salida (de las extraordinarias ni os cuento), ea, ahí os quedáis penando". Y es que (estaba deseandito de meter un "y es que" para darme tono de manual de estilo, postmoderno por supuesto) los capillitas somos mu' malos. Mira que inventarnos eso de que nos lo pasamos divinamente en Semana Santa porque en el fondo sabemos lo de la Resurrección. Hay que ser falso, con la penita que se nos queda en el cuerpo tal que hoy. Es como si la delectación oyendo el Officivm Deffvnctorvm de T. L. de Victoria la atribuyésemos a que sabemos que el muerto al final  resucitará. Demencial.


          Ahora que le entrego, lector, esta última de ocho tarjas –vamos con la trasera– ya sabemos de lo que le he estado hablando: las claves. Que nos gusta, que amamos a la Ciudad: Jerez. Que no somos localistas y entendemos nuestro amor en un marco más amplio: el antiguo Reino, la Bética –el Sur no, por favor– o llámelo como quiera. Que ese amor no es que no nos deje ver defectos, lo mejorable, pero que sobre todo no nos permite soportar las barrabasadas que le puedan hacer, que la ninguneen a su capricho.


          Que nos gusta la Semana Santa como manifestación artística y de nuestro sentir religioso, por supuesto, y de mucho más. Que somos creyentes sin necesitar para ello a las cofradías, pero ayudar, ayudan, que somos humanos. Que no nos creemos ni la mitad de lo de "cofrade comprometido" –compromiso, compromiso: vivir lo más dignamente posible con el sudor de la frente–. Que tampoco nos creemos esas zarandajas para justificar placeres estéticos. ¿Que lo bello acerca más a Dios? Claro. Pues mire la liturgia al uso. A ver, dígame... qué penita ¿no? Que nuestra Semana Santa es una manifestación del sentir popular, el nuestro, y por tanto tradición. Y que por aquí eso se conjuga con formas, estilo, mesura, discreción, prudencia, respeto y muchísimo señorío.


          Y que estamos pero que muy cabreados con las insensatas e irrespetuosas innovaciones gestadas en altas instancias y puestas en práctica por otras menores e incomprensiblemente subordinadas. Inventos que han lesionado tradiciones, respetables soberanías y pareceres (por imponer los suyos); que se han llevado a cabo precipitadamente (m... el último); y, sobre todo, que han salido por el asentimiento borreguil –a ver quién se mueve en la foto– de las hermandades y el esfuerzo boyeril de los hermanos anónimos –éstos sí que están comprometidos– de una forma emocionante por patética en última instancia.


          En fin, que nos gustaría ver más caritas de asco –y Jerez las sabe poner muy bien, pero no en el momento– ante las charlotadas de chuflas con poquísimo respeto por la Ciudad y los jerezanos. Que el amor por la Ciudad se traduce en formas y estilo, rigor y veracidad proponiendo innovaciones y acontecimientos (eventos... ¡me encanta!) muy bien meditados y con la antelación suficiente para que por la crítica sean susceptibles de mejora o aplazarse o no llevarse a la práctica. Y todo con sigilo y mesura, que tocamos algo muy importante. Lo que ha pasado aquí es de vergüenza y de no tener ninguna los inventores y los que no han dicho ni pío o han piado de espaldas o muy flojito (bueno, el temor a los hilos que el poder mueve es humano y hay muchos intereses creados y mucho "compromiso").


          Así de clarito, que yo, afortunadamente, no necesito reconocimientos ni abrazos oficiales para decir lo que pienso; ni quedar bien y de "cofrade comprometido" o buena gente; ni pongo en medio a ancianitos y discapacitados –un poco de caridad y vergüenza, que falta mucha, señores– para justificar lo que hago; ni cuestiono la jerezanía de los que no estén de acuerdo conmigo; ni pongo por delante mi cristianismo para no responder a lo que no puedo; ni mi buena voluntad para justificar errores. Un dirigente debe aceptar la crítica y responder. Yo no lo soy. Y como sí que soy persona (que es más que ser hombre), libre, sin medros ni intereses ni miedos, jerezano y con una vastísima cultura cofradiera (pa’ que tiemble el misterio, con perdón) no me retracto de lo que dije (sería una cobardía y una mentira ya que lo pienso) y además me permito decir, con todo el respeto, lo que digo.


          Parece mentira que Todo haya terminado. Hemos disfrutado de nuestra Semana Santa, que es y fue siempre –no lo olvidemos– esplendorosa gracias a las Cofradías que en realidad son los jerezanos –atención a las palabras de algún personaje arrogando para la institución que encabeza el aumento del esplendor–.


          Se va asumiendo nuestro puesto de segunda Semana Santa sin complejos y con la conciencia y el orgullo de no haber tercera, y así lo han manifestado algunas personalidades del mundillo cofradiero. Eso es asumir lo que somos, enmarcarnos, que tanto nos gusta –sobre todo con un marco bien gordo aunque sea lienzo chico y de pintorzuelo aflamenca’o, y colgárnoslo en la salita–.




                                                                                                          AUREO SANZ RUIZ


Publicado en el diario “ABC. Edición de Jerez” el 15 de Abril de 2001, Domingo de Resurrección. 








Fotografías: Áureo Sanz Ruiz

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