sábado, 31 de mayo de 2014

¡Adiós, Gitana bonita!









          Como los dos Don Antonio –Rodríguez Buzón y Burgos- pertenecen a esa especie de macarenos de la Sevilla no oculta sino ocultada, por políticamente incorrecta y extraña al pensamiento único, quiero dejar humildemente constancia, para que no se olvide, de la procedencia de la “inspiración popular” -que cantan algunas “crónicas” postmodernas al uso- de la voz de Marta Serrano “La Saetera”, de quién eran las palabras que saliendo de su garganta como un quejí’o surcaron el aire hasta el Divino Pecho de la Virgen de la Esperanza, así como de quién fueron las que blanco sobre negro trataron de proclamar a la posteridad la verdadera autoría de tan sublime, excelsa inspiración. 










          Cuánto hubiera dado por haberme encontrado aquella Madrugada en el Atrio oyendo bisbisear, viendo salir a la Macarena, a estos devotos de la Esperanza: el último Buzón, relamiendo la gloria del Pregón, y el temprano Burgos, acopiando material sentimental cofradiero para el suyo del cabo de los años. Así quiero trasladar estos versos, ocultos pudorosamente tras su escritura como prosa, en la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la coronación Canónica, así los traslado, digo, a sus estrofas naturales en agradecimiento a los dos poetas por su rendido y compartido Amor a tan Celestial Reina en su quincuagésimo. 














ROMANCE DE VEINTICINCO AÑOS









Había pasado la ronda
Que todos los años pasa.
El señor gobernador
Lleva la llave dorada
De cerrar el monumento
Y de abrir la madrugada.
Sevilla estaba tranquila,
Bien sosegada y en calma.
Había pasado la ronda
Por los palcos de la plaza,
Y había pasado Pasión
Sobre su paso de plata,
Y había entrado Quinta Angustia,
San Pablo en penumbra estaba.
Montensión iba por Feria
Con los rosarios que cantan,
En un ir de nazarenos
Y un venir de barriadas.
Había una luz antigua,
Había una luz cansada
En las parcelas de sillas
Y vagones de avellanas.
Del río venía una brisa
Ya fría, de noche entrada.
Y pasó el primer abrigo,
Que es la señal esperada:
Gente con cara de frío
Yendo a las de Madrugada,
Que no son de Jueves Santo
Con mantilla y peina baja,
Que son ya de chalequillos,
Y algunos llevan bufanda.
Se abría por las tabernas
El viejo olor de Cazalla
Y en todos los autobuses
Volvía Triana a Triana.




Tuviste en aquel momento
La vieja duda del alma:
Si el ayer es todavía,
No es aún la Madrugada.
De la duda te sacaron
Las gentes, siempre te sacan:
Como un sueño va la gente
Que parece una riada
Por Trajano y la Alameda
A buscar a la Esperanza.
Ya rebosa la Cruz Verde
Con todo el tiempo que falta.
Ya se oyen los clarines
De la Policía Armada
Y aunque parecen tan cerca
Aún están por Resolana,
Frente a los Altos Colegios,
Frente a la torre achatada
Que esta noche le hace al cielo
Sus perdigones de plata.




Un cafelito con leche
En la esquina de la plaza
Te estira el tiempo que esperas,
Te aguarda el gozo que aguardas,
Que el serrín de las tabernas
Es rito de Madrugada,
Que de aquí salió el borracho
Aquel que el vaso tirara
Y que todavía lleva
Como una pena en la cara.
La cucharilla diluye
El azúcar de las ansias
Y vienen ya los caballos
Y la banda que abre marcha,
Y la cruz ya rompe el humo
De calentitos de papas.
Ya vienen las largas filas
De nazarenos de capa,
Son verdes los capirotes
Y las túnicas son blancas.
Allá por Omnium Sanctorum
Esperan los de la plaza,
Más despiertos que ninguno,
Más orgullosos que nada;
Son señores de la noche
De Barranco y cuartelada
Y, esta noche, emperadores
De la Centuria Romana;
Se saben de la gandinga
Los nombres, cómo se llama
El que lleva Antonio Ángel
En cada fila que pasa,
Quién mueve cada plumero,
Quién lleva cada coraza.
Por allí viene Pilatos,
Qué orgullo de palangana,
Nunca Roma fue más Roma
Que al hacerse sevillana,
Que César salió de armao
Al acabar las murallas
Y ensayaba muchas noches
En Torre de Tía Tomasa
Con aquel compadre suyo
Recovero de la plaza.
Ya pasan, cómo dominan
Con lanzas y con espadas,
Y con guiños de aguardiente,
Vaya arte en la sandalia,
Vaya enagüeta torera,
Y los plumeros ya marcan
"Aires de Roma andaluza"
Al son que toca la marcha.




Después, un largo silencio,
Que siempre calla el que aguarda.
Y coges la calle arriba,
Que nunca Feria es más Ancha,
Y por los Altos Colegios
Te acercas a Resolana.
Y la Virgen no ha salido,
Lo sabes por cómo callan.
El Arco dice latines
Desde el mármol de las lápidas
Cuando asoma por la puerta
Luz en la noche, Albahaca,
Sonrisa y Pena, Sevilla...
Quiero decir: La Esperanza.
Suena la Marcha Real
Y hay un nudo en las gargantas,
Porque sabía Sevilla
Que pronto La coronaban.
Y por si no lo sabía,
Allí lo recuerda Marta,
Del balcón del capiller
Ya canta la calle Parras:




“Adiós, Gitana bonita,
Guapa que no cabe más,
Qué ganas tiene Sevilla
De verte a Ti coroná’...”




A tu lado un nazareno
Lo ha estado oyendo con lágrimas,
Por dentro del capirote
En los ojos le brotaban.
Rodríguez Buzón aquel
Nazareno se llamaba,
El que sacaron a hombros
El día que el pregón daba.
Los dos calláis, que estas cosas
No necesitan palabras
Y levantaron el paso,
Y ya la marcha sonaba,
Y ya pasaba la reja,
La gente toca las palmas.
Y tú le dices a Antonio:
"Ay, Antonio de mi alma,
Qué versos los que ha cantado
En esa saeta Marta".
Y con sus ojos azules,
Antonio empuña su vara
Y va y te coge del brazo
Y en sus ojos ves las lágrimas,
Y va y te dice: “Son míos
Los versos, no digas nada...”




Hace veinticinco años
de la saeta de Marta.




                                                      Antonio Burgos Belinchón. 1989.





















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