sábado, 17 de mayo de 2014

OCHAVOS DE UN TEMPLETE. VII. LA GENTE.

La Gente de Xerez cabe su Feria. 








          Atienda, lector, y haciendo un soberano esfuerzo para llegar a la Feria –que ya dentro es otro cantar– porque no podemos tirar casi, véngase a contemplar el gran espectáculo de Jerez. La auténtica exhibición, no la de enganches que ha tenido lugar en el Depósito, no la de los que cruzan el Paseo –ahora no va de caballos–: la de los jerezanos. El impresionante espectáculo de los jerezanos arreglados por el Real. No cabe más compostura y elegancia para pisar el albero del Paseo. Y conste que generalizo, claro; también, que es, con mucho, lo que más llama la atención al forastero. Ahora que se ha impuesto la informalidad y el descamisamiento; el tuteo y el "qué más da"; el "desabrocha’o, con la caló’ que jace" y "en tirantas, Mari, que estoy más fresquita". Cuando se gasta más en las comuniones que en una boda pero se sale a la calle en chándal. Cuando se tienen los frigoríficos hasta arriba pero no se manejan con naturalidad los cubiertos –ay, cuchillos forzados– ni los dedos y se deschaquetan en los restaurantes. Cuando se utiliza una gran berlina plateada de Propios pero se queda el chaqué oliendo a alcanfor. Ahora que estas cosas ocurren, llegan los jerezanos y, de su propio bolsillo, te montan el auténtico esplendor ferial. Porque mire, lector, ya no se puede ir mejor compuesto: ellas –de paseo o con el traje de la tierra– y ellos. Esto tiene tanto mérito como poner un paso en la calle un año tras otro.



         Hay que ver esa colección de tíos impecablemente enchaquetados y encorbatados, perfectamente repeinados y afeitados, que es una gloria verlos: porque así van los hombres, los tíos de verdad. Hay que fijarse en esos pedazos de señoras, de todas las edades, los trajes –cortes, telas, tonos–, el pelo cuidadosamente arreglado, maquilladas discretísimamente, enjoyadas sobriamente, complementos extraordinarios –zapatos, bolsos, gafas... –, nunca a la última sino a la de siempre: elegantísimas, estilo superior. Con estas madres así ¿qué quinceañeros no va bien hasta en vaqueros? Esta sí que es una Escuela del Arte.


          Del traje de gitana qué le digo. Lástima que en Jerez se vaya descuidando este aspecto: falta el toque, el traje elegante, discretamente sublime –faltan creadores–; sobra comodoneo –no vestirse o hacerlo desangeladamente–... y también mucha cachiapretá’ y mucha folclórica –menos tablao, más paseo–. Se puede ir de todo: desde mal hasta bien. Pero cuando se va bien –yo no quisiera entrar en tópicos– ya no se puede estar mejor. No creo que haya nada que favorezca más a una mujer. Y de ello tiene mucha culpa la propia mujer de por aquí. ¿A quién se le ocurrió lo de las suecas y las mulatas? Que de tipo, jechuras y gracia como éstas que vemos, ninguna. De cara y de cuerpo: cuello, busto, brazos, cintura, caderas... piernas. Por partes y el conjunto. Encima tocadas por la Gracia: hablando y moviéndose. Y ahora que se cuidan, hay treintañeras, cuarentonas –y más– impresionantes.


          –Vamos, Sanz, no me diga Vd. que ha renunciado a mirar a las de veinte.


          No, pero me dejaron de gustar cuando cumplí los treinta. Además, beben rebujito y yo... todavía no m’e’jala’o entera la primera media.




                                                                                                          AUREO SANZ RUIZ


Enviado al diario “ABC. Edición de Jerez” para su publicación (que no se efectuó por motivos técnicos ajenos a la voluntad de dirección y articulista) el 19 de Mayo de 2001, Sábado de Feria. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario