La Gente de Xerez cabe su
Feria.
Atienda, lector, y haciendo un
soberano esfuerzo para llegar a la Feria –que ya dentro es otro cantar– porque
no podemos tirar casi, véngase a contemplar el gran espectáculo de Jerez. La auténtica
exhibición, no la de enganches que ha tenido lugar en el Depósito, no la de los
que cruzan el Paseo –ahora no va de caballos–: la de los jerezanos. El
impresionante espectáculo de los jerezanos arreglados por el Real. No cabe más
compostura y elegancia para pisar el albero del Paseo. Y conste que generalizo,
claro; también, que es, con mucho, lo que más llama la atención al forastero.
Ahora que se ha impuesto la informalidad y el descamisamiento; el tuteo y el
"qué más da"; el "desabrocha’o, con la caló’ que jace" y
"en tirantas, Mari, que estoy más fresquita". Cuando se gasta más en
las comuniones que en una boda pero se sale a la calle en chándal. Cuando se
tienen los frigoríficos hasta arriba pero no se manejan con naturalidad los
cubiertos –ay, cuchillos forzados– ni los dedos y se deschaquetan en los
restaurantes. Cuando se utiliza una gran berlina plateada de Propios pero se
queda el chaqué oliendo a alcanfor. Ahora que estas cosas ocurren, llegan los
jerezanos y, de su propio bolsillo, te montan el auténtico esplendor ferial.
Porque mire, lector, ya no se puede ir mejor compuesto: ellas –de paseo o con
el traje de la tierra– y ellos. Esto tiene tanto mérito como poner un paso en
la calle un año tras otro.
Hay que ver esa colección de tíos
impecablemente enchaquetados y encorbatados, perfectamente repeinados y
afeitados, que es una gloria verlos: porque así van los hombres, los tíos de
verdad. Hay que fijarse en esos pedazos de señoras, de todas las edades, los
trajes –cortes, telas, tonos–, el pelo cuidadosamente arreglado, maquilladas
discretísimamente, enjoyadas sobriamente, complementos extraordinarios
–zapatos, bolsos, gafas... –, nunca a la última sino a la de siempre:
elegantísimas, estilo superior. Con estas madres así ¿qué quinceañeros no va
bien hasta en vaqueros? Esta sí que es una Escuela del Arte.
Del traje de gitana qué le digo.
Lástima que en Jerez se vaya descuidando este aspecto: falta el toque, el traje
elegante, discretamente sublime –faltan creadores–; sobra comodoneo –no
vestirse o hacerlo desangeladamente–... y también mucha cachiapretá’ y mucha
folclórica –menos tablao, más paseo–. Se puede ir de todo: desde mal hasta
bien. Pero cuando se va bien –yo no quisiera entrar en tópicos– ya no se puede
estar mejor. No creo que haya nada que favorezca más a una mujer. Y de ello
tiene mucha culpa la propia mujer de por aquí. ¿A quién se le ocurrió lo de las
suecas y las mulatas? Que de tipo, jechuras y gracia como éstas que vemos,
ninguna. De cara y de cuerpo: cuello, busto, brazos, cintura, caderas...
piernas. Por partes y el conjunto. Encima tocadas por la Gracia: hablando y
moviéndose. Y ahora que se cuidan, hay treintañeras, cuarentonas –y más–
impresionantes.
–Vamos, Sanz, no me diga Vd. que ha
renunciado a mirar a las de veinte.
No, pero me dejaron de gustar cuando
cumplí los treinta. Además, beben rebujito y yo... todavía no m’e’jala’o entera
la primera media.
AUREO
SANZ RUIZ
Enviado al diario “ABC. Edición
de Jerez” para su publicación (que no se efectuó por motivos técnicos ajenos a
la voluntad de dirección y articulista) el 19 de Mayo de 2001, Sábado de Feria.
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