miércoles, 14 de mayo de 2014

OCHAVOS DE UN TEMPLETE. IV. LOS CABALLOS.

Los Caballos en la Feria de Xerez. 








          Escuche, lector, lo que le espeto: "Feria del Caballo"… Hombre, perdone, pero no es para ponerse así ni para insultar. Comprendo que todavía ronroneen por su cabeza los efectos del vino, que son unas horas de la mañana que... Pero la cosa tiene tela y es pa’ jartarse de reír. No teníamos bastante con "La Feria de Jerez", como se ha llamado de toda la vida; ahí es na’. Con ese pe’azo de Feria... y Jerez. Y vienen cuatro mamarrachos a vender lo del caballo, y entramos al trapo. Con la poquita afición que hay en Jerez en comparación con los alrededores y la zona. Vamos por derecho: La Feria de Jerez... y punto, ya'stá. Alguno seguro que se habrá rasgado las vestiduras. Que no hay afición, señores míos.


          Y eso que Jerez es la cuna del caballo –y el toro– y si no que hablen las tapias de Santa María de la Defensión y que se revuelvan de la paz en sus tumbas del claustro los padres cartujos. El origen del caballo mal llamado español –que ya estamos jartitos de regalar al resto todos nuestros inventos– que es el cartujano. Ya sé que los patanegra son los del Hierro del Bocado de la Fuente del Suero, pero el resto lleva su sangre, producto de la manipulación frailera. Igualito que el actual toro bravo. Pero en Jerez ni se echa cuenta –¿pa’ qué? – y mire que los jerezanos tiramos de leyendas presumiendo y autocomplaciéndonos.


          A ver ¿qué auténtica afición hay? Minoritaria, paupérrima al lado de la que nos rodea. Más de cara a la galería que al caballo en el campo y su razón de ser: el ganado. Porque la geografía del caballo vaquero se divide en dos grandes partes –por medio la linde de la campiña–: marisma y sierra. La marisma de la parte de aquí (Utrera) y allá (Villamanrique) del Río. La frontera de la sierra (Paterna, Medina, Alcalá). Y dos polos: Sevilla y Jerez. Pero dejamos el cuadro cojo por la falta de afición al caballo y al campo.


          ¿Cuántos jerezanos siguen con pasión los concursos, conocen algo de la doma vaquera? ¿Cuántos vaqueros de renombre tenemos? ¿Quién va a Acoso y Derribo? En la talanquera te encuentras de todo menos gente de Jerez, a no ser cuatro niñatos tonteando con güisquis en la tribuna. ¿Quién sabe de las hazañas de Huberto Domecq y Luis Erquicia frente a caballistas de la parte de allí en el incomparable corredero de Vicos? ¿Qué familias de renombre hay en Jerez con afición? Dos: la saga de los Domecq de D. Alvaro y los hermanos Bohórquez Escribano. Esto de los Bohórquez tiene su mérito, que enganchan la mitad de lo que de Jerez sale por la Feria. Porque la otra mitad la sacan la Escuela –con los restos del naufragio Domecq de la Riva– y la Yeguada. Lo que no sabe la gente es que la mayor y mejor parte de enganches viene de fuera a la exhibición del Depósito y se da su vueltecita por el paseo. ¿Dónde está el Club de Enganches de Jerez, con esos nuevos empresarios exhibiendo sus coches restaurados?


          Eso sí: mucha Escuela del Arte, mucho de cara al 2.002-WEG, mucha doma clásica, mucha silla inglesa (“Voy a montar, sssabesss...”). Pero al caballo vaquero ni caso. ¿Será una ordinariez? Excepto cuando pasa una quinta a la media potencia con guarnición a la calesera tirando de un break por el Paseo y sacamos pecho. Pecho de tira de seda en tonos metálicos con la increíble pirueta que le proporciona el pisacorbatas. Y nos quedamos tan orondos: los caballos de Jerez.
  



                                                                                                          AUREO SANZ RUIZ


Publicado en el diario “ABC. Edición de Jerez” el 16 de Mayo de 2001, Miércoles de Feria. 









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