Los Caballos en la Feria de
Xerez.
Escuche, lector, lo que le espeto:
"Feria del Caballo"… Hombre, perdone, pero no es para ponerse así ni
para insultar. Comprendo que todavía ronroneen por su cabeza los efectos del vino,
que son unas horas de la mañana que... Pero la cosa tiene tela y es pa’
jartarse de reír. No teníamos bastante con "La Feria de Jerez", como
se ha llamado de toda la vida; ahí es na’. Con ese pe’azo de Feria... y Jerez.
Y vienen cuatro mamarrachos a vender lo del caballo, y entramos al trapo. Con
la poquita afición que hay en Jerez en comparación con los alrededores y la
zona. Vamos por derecho: La Feria de Jerez... y punto, ya'stá. Alguno seguro
que se habrá rasgado las vestiduras. Que no hay afición, señores míos.
Y eso que Jerez es la cuna del
caballo –y el toro– y si no que hablen las tapias de Santa María de la
Defensión y que se revuelvan de la paz en sus tumbas del claustro los padres
cartujos. El origen del caballo mal llamado español –que ya estamos jartitos de
regalar al resto todos nuestros inventos– que es el cartujano. Ya sé que los
patanegra son los del Hierro del Bocado de la Fuente del Suero, pero el resto
lleva su sangre, producto de la manipulación frailera. Igualito que el actual
toro bravo. Pero en Jerez ni se echa cuenta –¿pa’ qué? – y mire que los
jerezanos tiramos de leyendas presumiendo y autocomplaciéndonos.
A ver ¿qué auténtica afición hay?
Minoritaria, paupérrima al lado de la que nos rodea. Más de cara a la galería
que al caballo en el campo y su razón de ser: el ganado. Porque la geografía
del caballo vaquero se divide en dos grandes partes –por medio la linde de la
campiña–: marisma y sierra. La marisma de la parte de aquí (Utrera) y allá
(Villamanrique) del Río. La frontera de la sierra (Paterna, Medina, Alcalá). Y
dos polos: Sevilla y Jerez. Pero dejamos el cuadro cojo por la falta de afición
al caballo y al campo.
¿Cuántos jerezanos siguen con pasión
los concursos, conocen algo de la doma vaquera? ¿Cuántos vaqueros de renombre
tenemos? ¿Quién va a Acoso y Derribo? En la talanquera te encuentras de todo
menos gente de Jerez, a no ser cuatro niñatos tonteando con güisquis en la
tribuna. ¿Quién sabe de las hazañas de Huberto Domecq y Luis Erquicia frente a
caballistas de la parte de allí en el incomparable corredero de Vicos? ¿Qué
familias de renombre hay en Jerez con afición? Dos: la saga de los Domecq de D.
Alvaro y los hermanos Bohórquez Escribano. Esto de los Bohórquez tiene su mérito,
que enganchan la mitad de lo que de Jerez sale por la Feria. Porque la otra
mitad la sacan la Escuela –con los restos del naufragio Domecq de la Riva– y la
Yeguada. Lo que no sabe la gente es que la mayor y mejor parte de enganches
viene de fuera a la exhibición del Depósito y se da su vueltecita por el paseo.
¿Dónde está el Club de Enganches de Jerez, con esos nuevos empresarios
exhibiendo sus coches restaurados?
Eso sí: mucha Escuela del Arte, mucho
de cara al 2.002-WEG, mucha doma clásica, mucha silla inglesa (“Voy a montar,
sssabesss...”). Pero al caballo vaquero ni caso. ¿Será una ordinariez? Excepto
cuando pasa una quinta a la media potencia con guarnición a la calesera tirando
de un break por el Paseo y sacamos pecho. Pecho de tira de seda en tonos
metálicos con la increíble pirueta que le proporciona el pisacorbatas. Y nos
quedamos tan orondos: los caballos de Jerez.
AUREO SANZ RUIZ
Publicado en el diario “ABC.
Edición de Jerez” el 16 de Mayo de 2001, Miércoles de Feria.
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