Fotografía: Áureo Sanz Ruiz
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Hay en Jerez, lector, un lugar en el cual –ahora que las horas cambian– los grises y los dorados tienen mayor intensidad; donde más extremos se hacen los contrastes de luces. Tiene la Ciudad un sitio donde más la luz brilla; en el que más se cela la luz.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
Así como con el Sol a la espalda,
mirando desde el Sur, al pie del Alcázar, parece la antigua Colegial un
Hércules dormido, entre techumbres a dos aguas, al que sólo adivinásemos la
panza y la aún enhiesta clava. Melkart fenicio, filisteo decapitado, que entre
apartar toros y columnas, entre apaciguar los leones extremos del bético
universo –Sevilla; Cádiz– a descansar
hubiese venido –tantas garras; tantas astas– a la mesa regia que Dionisos en
Jerez le ha preparado. Y de sus trabajos las penas se ha quitado con néctar de
albariza, poniente, roble, sombra, tiempo.
Es bajando al hondón de la Ciudad,
rodando como piedra en el arroyo, mirando desde el Norte, cuando de bruces te
das con la mole de San Salvador desnuda, suspensa en el vacío pues ningún
horizonte marca lo terreno. El aire recortan torre, arbotantes y cuerpo de la
fábrica, y es entonces que la luz pierde celestes y oros porque en plata
blanca, cegadora se convierte en días claros, o toda la gama del gris –marengo
a ceniza; cárdeno a zaíno– presenta con la tempestad océana entrante.
Tierra y aire fundidos se difunden en
espiral por las esferas empíreas porque alzando la mirada gacha nos viene el
vértigo del ascenso a un rompimiento de Gloria.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
Que pilares y balaustres,
antepechos y pasamanos, rampas y hornacina se desdibujan en serafines y
querubes, tronos y dominaciones, virtudes y potestades, principados y
arcángeles, todos los ángeles que sustenta la tienen.
Reducto de la Colegial, coro
angélico, Scala Coeli, que desde las altas bóvedas –ascendiendo por redondas y gemelas
cajas de caracol: alambiques de esencias– se goza de la divinidad trina que
corona a la Ciudad: dios-toro, hijo-caballo, espíritu-vino.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
Reducto, clásica
serenidad –almohadillado y frontón– para hacer néctar del primer vino y en
taboriana subida transfigurar hombres en dioses.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
Mas Gloria hubo cuando el
Infierno se hizo. Ponderamos toda su belleza cuando colocaron a su lado la
cementada postmoderna.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
En Jerez es que Belcebú se traduce Gemeú. Algunos no
pagaban ni reductos a los pies de S. Miguel, aunque los tallase Montañés.
AUREO SANZ RUIZ
Publicado en el diario “ABC.
Edición de Jerez” el 9 de Noviembre de 2001, Viernes.
Fotografía: Áureo Sanz Ruiz |
REDUCTO
Hay en Jerez, lector, un lugar en el cual
–ahora que las horas cambian–
los grises y los dorados tienen mayor intensidad;
donde más extremos se hacen los contrastes de luces.
Tiene la Ciudad un sitio donde más la luz brilla;
en el que más se cela la luz.
Así como con el Sol a la espalda,
mirando desde el Sur, al pie del Alcázar,
parece la antigua Colegial un Hércules dormido,
entre techumbres a dos aguas,
al que sólo adivinásemos la panza y la aún enhiesta clava,
Melkart fenicio, filisteo decapitado,
que entre apartar toros y columnas,
entre apaciguar los leones extremos del bético universo
–Sevilla; Cádiz–
a descansar hubiese venido
–tantas garras; tantas astas–
a la mesa regia que Dionisos en Jerez le ha preparado.
Y de sus trabajos
las penas se ha quitado con néctar de albariza,
poniente,
roble,
sombra,
tiempo.
Es bajando al hondón de la Ciudad,
rodando como piedra en el arroyo,
mirando desde el Norte, cuando de bruces
te das con la mole de San Salvador
desnuda,
suspensa en el vacío
pues ningún horizonte marca lo terreno.
El aire recortan torre,
arbotantes
y cuerpo de la fábrica,
y es entonces que la luz pierde celestes y oros
porque en plata blanca, cegadora
se convierte en días claros,
o toda la gama del gris
–marengo a ceniza; cárdeno a zaíno–
presenta con la tempestad océana entrante.
Tierra y aire fundidos
se difunden en espiral
por las esferas empíreas
porque alzando la mirada gacha
nos viene el vértigo del ascenso a un rompimiento de Gloria.
Que pilares y balaustres,
antepechos y pasamanos,
rampas y hornacina
se desdibujan en serafines y querubes,
tronos y dominaciones,
virtudes y potestades,
principados y arcángeles,
todos los ángeles que sustenta la tienen.
Reducto de la Colegial,
coro angélico,
Scala Coeli,
que desde las altas bóvedas
–ascendiendo por redondas y gemelas cajas de caracol:
alambiques de esencias–
se goza de la divinidad trina que corona a la Ciudad:
dios-toro,
hijo-caballo,
espíritu-vino.
Reducto, clásica serenidad
–almohadillado y frontón–
para hacer néctar del primer vino
y en taboriana subida
transfigurar hombres en dioses.
Mas Gloria hubo cuando el Infierno se hizo.
Ponderamos toda su belleza
cuando colocaron a su lado la cementada postmoderna.
En Jerez es que Belcebú se traduce Gemeú.
Algunos no pagaban ni reductos a los pies de S. Miguel,
aunque los tallase Montañés.
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