domingo, 23 de febrero de 2014

La Medicina en Ostia.





          Réplica en un grupo de una red social porque ante una exposición de los problemas que nos afectan en la actualidad a los médicos y mi visión particular del estado de la cuestión, a un distinguido –por decir algo- colega no se le ocurrió otra cosa que contestar en mayúsculas la blasfemia tan extendida hoy en día y de uso tan común: “HOSTIAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!”








12-6-2012 13:41


          "Pues no, distinguido colega Dr. Fulanito De Tal, permítame pero va a ser que no. “Hostias”: no. No porque “Hostias” es el recorte con pretensiones eufemísticas de la blasfemia “Me cago en la hostia”, es decir, “Me cago en Dios”. Ya sabe que los católicos somos tan irracionales que creemos en la transubstanciación: que el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios. Una chorrada para los no creyentes pero que es parte de nuestra fe. Como otros creen en la transmigración de las almas y hasta la rencarnación desde un animal irracional, o que la mujer es un ser inferior al hombre y por eso su testimonio vale menos, por ejemplo. Y bien que procura que se respete cualquiera de estas creencias por parte de todo el mundo este atajo corrupto de señoritingos progresiacos. Señoritingos que sin embargo no se cortan un pelo a la hora de insultar, ofender, humillar o provocar a los cristianos, en particular y con especial delectación y recochineo si somos católicos.

          Y vaya por delante decirle que cada uno tiene el derecho a expresarse como le dé la gana, faltaría más, pero sin ofender gratuitamente. Y sobre todo le digo que sé que Vd., distinguido colega, no lo ha hecho por blasfemar u ofender, por supuesto. Ha utilizado la blasfemia porque ya es de uso común incluso hasta en gente presuntamente cultivada como somos los médicos. Mire, cuando empecé a utilizar el lenguaje soez propio de adolescente –y no hace tanto, que tengo 53 años- más que nada como signo de transgresión y rebeldía -o más bien por el pavo de la edad como vulgarmente se dice- si mi santa madre –de la que Dios quiere que todavía disfrute aquí en la Tierra- me cogía diciendo un taco (coño, joé, cojones, etc.) me enteraba de lo lindo, pero jamás tuvo la desgracia de oírme blasfemar porque se hubiera muerto de pena y a mí me habría matado. Éramos entonces gente con un sano temor a Dios y con mucho respeto a nuestras creencias y a las ajenas.

          Y aquí es donde quiero llegar, a este proceso orweliano que parece extraído de “Rebelión en la granja” o “1984”, de la imposición de una neolengua o neolenguaje por parte de la panda de liberticidas que manejan este régimen totalitario con apariencia de buen rollito que padecemos. Claro, te ponen en la cadena “La Secta” a una señorita rubia oxigenada con el canal entre dos buenas tetorras todo el día al aire y, aunque escurridita de bajos, enseñándote a cada momento casi las bragas, haciéndose como la tonta –¡Ay, si hubiera sido presentar así a una mujer en ese papel de carajota, un invento de alguna cadena de lo que esta tropa de mangantes llaman la caverna, dónde, y con razón, se hubieran oídos los gritos de descalificación!- y venga “hostias” para arriba y “hostias”  parta abajo. Y el canalla que hace de listo tontito que la acompaña igual: “hostias” por aquí y “hostias” por allá. Y todos los demás: venga “hostias” y más “hostias”. Y luego viene el miserable del charnego reconvertido al separatismo –no puede haber nada peor-, el tal de la Fuente buenísima y, aparte de mil tropelías y canalladas, más “hostias” y “hostias” sin parar. Y los católicos venga a tragar. ¿A que ninguno de estos cobardes se atreve a decir “Me cago en Mahoma”? Y luego llega uno al trabajo y tus colegas –médicos, aunque no lo parezca- inconscientemente, claro, “hostias” esto y “hostias” lo otro.

          Pues muy bien, ya consiguieron pervertir nuestro lenguaje. Ya han conseguido que sin pensar salga de nuestra boca lo más horrendo que pueda salir –tanto para creyentes como para los que no lo son- en una persona con cierta educación, formación y cultura: una blasfemia. Y de paso se insulta a los católicos, que es de lo que se trata. Es que están de la forma más artera transformando hasta nuestra forma de expresarnos, con la más perversa de las intenciones. Con lo bien que sabemos utilizar por aquí, con gracia y a tiempo,  la gaditanísima “picha” o el pijísimo “coño” o el “joé”, etc. Pues nada: nos impusieron el “hostias” y a mamar, ea."









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