lunes, 17 de febrero de 2014

S. Clemente (I)

MARCO DE JEREZ








          Permita, lector amable, que hoy, día de S. Clemente, Papa, coja el áncora, símbolo parlante de su martirio, para asirme a la realidad y desbarrar por la épica, que nunca fue más lo real, legendario y la leyenda, real. Pues tal día que éste, vio la luz en Toledo nuestro conqueridor D. Alfonso El Sabio (El Rey Nuestro Señor) hace 780 años. Y hace otros 753 que capitulaba Sevilla ante su padre, Fernando III El Santo, Rey de Castilla y León. Así que encontrándose el Infante heredero después de la conquista de Murcia en el sitio, cumplió veintisiete años con la rendición. 






  



          Fue la toma de Sevilla la culminación de una vida ejemplar de monarca y, a la vez, un sueño hecho realidad. S. Fernando, después de ser proclamado rey de Castilla y antes de ceñir la corona leonesa, sistematizó una campaña de conquistas que, por la puerta abierta en las Navas de Tolosa (1212) y tras un baldío intento sobre Granada, hizo que cayeran Córdoba (1236) y Jaén (1246) con sus alfoces y reinos (regiones de hoy), y cuyo objetivo final era, sin tapujos, Sevilla. 








          Cubiertas las espaldas en asuntos internos por su madre Dña. Berenguela, Reina efectiva de Castilla; con la serenidad conyugal aportada por Dña. Beatriz de Suabia; rodeado de valiosos hombres se lanzó el Rey Santo a la reconquista de la patria de S. Isidoro, lumbrera del Medievo. 









          Sevilla: perla del Islam hispano; siempre cabeza de Al-Ándalus (la España musulmana), tras los cien efímeros años de califato cordobés; legendaria para el Occidente como Alejandría, Damasco, Bagdad o Jerusalén; nunca terminada de alabar en bocas moras o cristianas.








          Si después de toda la épica del sitio, la rendición y capitulaciones, el respeto a la vida y la salida de los moradores, la inevitable entrada en órbita de Jerez y otras ciudades, la consolidación del nuevo reino y la repoblación, la expulsión de los mudéjares del campo tras la sublevación, Vd. y yo –y la mayoría– descendientes de castellanos (aun algunos, por la vía de mozárabes expulsados, de béticos hispanorromanos) con toda la mezcla hispana y extranjera posterior, alegrámonos por la toma, abrámonos a la clemencia por aquella anunciada de largo tragedia para los hispanomusulmanes (hispanos con alguna mezcla judía, goda, árabe, siria, egipcia, bereber o mora) y acordémonos de las palabras del anciano a D. Enrique IV tras la toma de Gibraltar:


          “Sennor que oviste conmigo de me echar daqui”.
  


  




                                                                                                          AUREO SANZ RUIZ



Publicado en el diario “ABC. Edición de Jerez” el 23 de Noviembre de 2001, Viernes.





 



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