viernes, 24 de enero de 2014

Reducto

MARCO DE JEREZ





Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Hay en Jerez, lector, un lugar en el cual –ahora que las horas cambian– los grises y los dorados tienen mayor intensidad; donde más extremos se hacen los contrastes de luces. Tiene la Ciudad un sitio donde más la luz brilla; en el que más se cela la luz. 




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Así como con el Sol a la espalda, mirando desde el Sur, al pie del Alcázar, parece la antigua Colegial un Hércules dormido, entre techumbres a dos aguas, al que sólo adivinásemos la panza y la aún enhiesta clava. Melkart fenicio, filisteo decapitado, que entre apartar toros y columnas, entre apaciguar los leones extremos del bético universo –Sevilla; Cádiz– a descansar hubiese venido –tantas garras; tantas astas– a la mesa regia que Dionisos en Jerez le ha preparado. Y de sus trabajos las penas se ha quitado con néctar de albariza, poniente, roble, sombra, tiempo.




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Es bajando al hondón de la Ciudad, rodando como piedra en el arroyo, mirando desde el Norte, cuando de bruces te das con la mole de San Salvador desnuda, suspensa en el vacío pues ningún horizonte marca lo terreno. El aire recortan torre, arbotantes y cuerpo de la fábrica, y es entonces que la luz pierde celestes y oros porque en plata blanca, cegadora se convierte en días claros, o toda la gama del gris –marengo a ceniza; cárdeno a zaíno– presenta con la tempestad océana entrante.




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Tierra y aire fundidos se difunden en espiral por las esferas empíreas porque alzando la mirada gacha nos viene el vértigo del ascenso a un rompimiento de Gloria. 




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




           Que pilares y balaustres, antepechos y pasamanos, rampas y hornacina se desdibujan en serafines y querubes, tronos y dominaciones, virtudes y potestades, principados y arcángeles, todos los ángeles que sustenta la tienen.




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Reducto de la Colegial, coro angélico, Scala Coeli, que desde las altas bóvedas –ascendiendo por redondas y gemelas cajas de caracol: alambiques de esencias– se goza de la divinidad trina que corona a la Ciudad: dios-toro, hijo-caballo, espíritu-vino. 




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




         Reducto, clásica serenidad –almohadillado y frontón– para hacer néctar del primer vino y en taboriana subida transfigurar hombres en dioses. 




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




          Mas Gloria hubo cuando el Infierno se hizo. Ponderamos toda su belleza cuando colocaron a su lado la cementada postmoderna. 




Fotografía: Áureo Sanz Ruiz




        En Jerez es que Belcebú se traduce Gemeú. Algunos no pagaban ni reductos a los pies de S. Miguel, aunque los tallase Montañés. 






  
  


                                                                                                          AUREO SANZ RUIZ



Publicado en el diario “ABC. Edición de Jerez” el 9 de Noviembre de 2001, Viernes. 






Fotografía: Áureo Sanz Ruiz









REDUCTO  



Hay en Jerez, lector, un lugar en el cual 
–ahora que las horas cambian– 
los grises y los dorados tienen mayor intensidad; 
donde más extremos se hacen los contrastes de luces. 
Tiene la Ciudad un sitio donde más la luz brilla; 
en el que más se cela la luz. 




Así como con el Sol a la espalda, 
mirando desde el Sur, al pie del Alcázar, 
parece la antigua Colegial un Hércules dormido, 
entre techumbres a dos aguas, 
al que sólo adivinásemos la panza y la aún enhiesta clava, 
Melkart fenicio, filisteo decapitado, 
que entre apartar toros y columnas, 
entre apaciguar los leones extremos del bético universo 
–Sevilla; Cádiz– 
a descansar hubiese venido 
–tantas garras; tantas astas– 
a la mesa regia que Dionisos en Jerez le ha preparado. 
Y de sus trabajos 
las penas se ha quitado con néctar de albariza, 
poniente, 
roble, 
sombra, 
tiempo. 



Es bajando al hondón de la Ciudad, 
rodando como piedra en el arroyo, 
mirando desde el Norte, cuando de bruces 
te das con la mole de San Salvador 
desnuda, 
suspensa en el vacío 
pues ningún horizonte marca lo terreno. 
El aire recortan torre, 
arbotantes 
y cuerpo de la fábrica, 
y es entonces que la luz pierde celestes y oros 
porque en plata blanca, cegadora 
se convierte en días claros, 
o toda la gama del gris 
–marengo a ceniza; cárdeno a zaíno– 
presenta con la tempestad océana entrante. 




Tierra y aire fundidos 
se difunden en espiral 
por las esferas empíreas 
porque alzando la mirada gacha 
nos viene el vértigo del ascenso a un rompimiento de Gloria. 




Que pilares y balaustres, 
antepechos y pasamanos, 
rampas y hornacina 
se desdibujan en serafines y querubes, 
tronos y dominaciones, 
virtudes y potestades, 
principados y arcángeles, 
todos los ángeles que sustenta la tienen. 




Reducto de la Colegial, 
coro angélico, 
Scala Coeli, 
que desde las altas bóvedas 
–ascendiendo por redondas y gemelas cajas de caracol: 
alambiques de esencias– 
se goza de la divinidad trina que corona a la Ciudad: 
dios-toro, 
hijo-caballo, 
espíritu-vino. 




Reducto, clásica serenidad 
–almohadillado y frontón– 
para hacer néctar del primer vino 
y en taboriana subida 
transfigurar hombres en dioses. 




Mas Gloria hubo cuando el Infierno se hizo. 
Ponderamos toda su belleza 
cuando colocaron a su lado la cementada postmoderna. 




En Jerez es que Belcebú se traduce Gemeú. 
Algunos no pagaban ni reductos a los pies de S. Miguel, 
aunque los tallase Montañés.






No hay comentarios:

Publicar un comentario