viernes, 31 de enero de 2014

El Nazareno de la Tarde

Ars Passionis




           A propósito de una fotografía del Nazareno de Triana en su paso.








            Es una impresionante obra de Pedro Roldán y Onieva (Sevilla 1624-1699) que a punto estuvo de desaparecer a manos de las hordas marxistas (Prof. Don José Hernández Díaz dixit) que con la inestimable ayuda de los anarquistas, no tuvieron a bien otra cosa sino reducirlo a trozos junto con la bellísima imagen de la antigua Dolorosa de la O –que no se quiso ni se ha querido recuperar por razones más que bastardas-. Hordas de energúmenos pertenecientes a partidos que ni siquiera se han dignado a cambiar el nombre o las siglas bajo las cuales perpetraron estas fechorías, más que nada para que pudiésemos con cierta tranquilidad pasar página los amantes de la Libertad, el Imperio de la Ley, la Cultura –pero la de verdad-, el Arte, Sevilla y sus Cofradías. Fue de tal magnitud, por bochornoso y dantesco, el espectáculo dado por estos canallas que el fin de fiesta no consistió sino en otra cosa que una vieja con el manto y la corona puestos de la Virgen contoneándose por la calle Castilla para chanza de semejante jauría.








          Desde que Le ponen casi todos sus avíos –corona y potencias- pues, eso, mucho más impresionante; y no como me Lo sacaban en los chabacanísimos años de finales de los setenta y principios de los ochenta, como un triste hippie con sólo la túnica, sin uno de sus principales atributos de Pasión –las espinas- ni el de su Divinidad –las estéticamente atractivas potencias al estilo de Sevilla, y derivadas del primitivo nimbo crucífero o aureola que enmarcaba una cruz entre sus resplandores-. 









          Imagen que es eslabón fundamental de una serie portentosa de Nazarenos que comenzando con la inefable de Jesús de Pasión (Montañés c1609); 









pasa por la de Jesús Nazareno de la Archicofradía de la Santa Cruz en Jerusalén (atribuido con certeza a Francisco De Ocampo), 








la del Señor de la Salud de San Nicolás (de atribución así mismo ocampiana),








y la del Señor con la Cruz al Hombro de la del Valle (de dudosísimas y, a veces, dispatatadas atribuciones); 









y que culmina con la del Señor del Gran Poder (Mesa 1620); 








para seguir con la dulcísima del Señor de la Divina Misericordia de Felipe de Ribas (1641) -bárbaramente mutilada por el “genio” de Ortrega Bru con el plácet de la Hermandad-, ésta de que hablamos del gran Roldán (1685) y las de todos sus epígonos: 








la del de las Tres Caídas de San Isidoro (Gijón 1687 casi con toda seguridad)








y la del Señor de las Penas de San Vicente (del círculo del taller de los Roldán); 








y que termina con la devotísima del Cristo de las Tres Caídas de Triana (Astorga c1816).








          Y que desgraciadamente podría completarse con la maravillosa del antiguo Señor de la Salud de la Cofradía de Los Gitanos (atribuido a Montes De Oca) y la del muy cofradiero antiguo Jesús de las Penas de San Roque, tristemente desaparecidos en 1936 a manos de las mismas dichas hordas si no nos falla la memoria histórica. 





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